Necesaria coartada para el delito

Necesaria coartada para el delito

La experiencia enseña que los malhechores se esmeran en diseñar la ruta de escape y la coartada antes de cometer el delito. Saben bien que un atraco es relativamente fácil de realizar si se cuenta con la suficiente disposición para lesionar o eliminar a la víctima. El criminal planea con mayor minuciosidad y anticipación la coartada para evitar que se le capture y castigue interrumpiéndole su carrera delictiva.

Un caso que evidencia comportamientos ilegales semejantes es el incremento de los precios de los combustibles. El ministro de Industria y Comercio se incrimina cada semana cuando confiesa no acogerse a la ley que establece el procedimiento para fijar esos valores. Alega periódicamente que, si cumpliera con la ley, el pueblo consumidor se perjudicaría. Eso es falso de toda falsedad. Él no tiene forma de demostrar que su declaración semanal lesionaría a la población porque nunca ha cumplido con la ley. (Por el afecto que le dispensamos, somos muchos los que le hemos aconsejado que se mude desde el campo de la ilegalidad hasta el terreno de la verdad y la transparencia).

El procedimiento de importación y comercialización de los combustibles es ampliamente conocido por millones de dominicanos. No existen condiciones para preservar secreto alguno. Es asunto público la abusiva carga fiscal del Gobierno del doctor Leonel Fernández con la constante manipulación del acuerdo Petrocaribe del Gobierno de Venezuela. (Preferimos suponer que las autoridades gubernamentales venezolanas ignoran lo que ocurre en el manejo de los combustibles comercializados a nivel preferencial entre los dos países y descartar la complicidad en este atraco semanal).

Repito: el secreto es imposible en la comercialización de combustibles. Es por eso que la coartada previa al delito resulta tan necesaria en el negociazo de los carburantes. Recientemente se han estado difundiendo desde el Banco Central cifras que reflejan el aumento de 28.69% en el consumo de combustibles en relación con el mismo mes del año pasado. De inmediato surgieron algunos opinadores a proclamar que la culpa de que se siga aumentando los precios está en que el consumo no ha disminuido. Culpan a los consumidores de las manipulaciones gubernamentales y e’ p’arriba que van a seguir los precios ya que la voracidad fiscal del Gobierno no ha disminuido a pesar de la huelga nacional reciente.

La perversidad de la coartada evidencia la mala intención de los propulsores. Es asunto de dominio público que la cantidad de combustibles fósiles que se vende en las estaciones de servicios es menor que la que cobran. La calidad del producto no tiene forma de ser controlada ni verificada a pesar de que se hacen mezclas insólitas de carburantes. De ahí que el silencio de la Dirección de Control de Precios sea tan alabado por los comercializadores al tiempo que satanizan a ProConsumidor, el único organismo que defiende a los sectores populares.

¿Por qué no alegan los opinadores que la raíz del aumento del consumo de combustibles está en la errada política del Gobierno de no colectivizar al transporte público? ¿Por qué no decir que cada día hay más tapones y que la velocidad de traslación dentro de las zonas urbanas ha disminuido también en un 28%? ¿Por qué no admitir, por ejemplo, que la velocidad promedio de los vehículos por la avenida Máximo Gómez es 25% más lenta luego de que se construyera el tren urbano llamado Metro? ¿Por qué no confesar que la negligencia de las autoridades del tránsito es la que ha perpetuado el caos mientras los funcionarios constructores se enriquecen hasta el asco?

El pueblo no es masoquista. No consume más combustible porque le sobre dinero ni le importen los aumentos semanales de precio. Por la falta de autoridad prevaleciente, cada día hay más problemas para trasladarse de un lugar a otro. Mientras, los vehículos van siendo más ineficaces por el envejecimiento, acompañado de la falta de mantenimiento. Culpar a los consumidores mientras el Gobierno caotiza el tránsito y se enriquece a costas de Petrocaribe y las absurdas obras de infraestructura es el acto de mayor cinismo que alguien podría imaginar.

Como sagaces delincuentes planearon el escape y la coartada antes de cometer el delito. Ahora, la están poniendo en práctica.

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