Necesidad histórica de un cambio

Necesidad histórica de un cambio

POR HOMERO LUIS HERNANDEZ SANCHEZ
En una época como la nuestra, tan plagada de falsos valores e ideas subvertidas, es indudable que atravesamos un períodos de transición en que las iniquidades sociales y económicas impulsarán un cambio social en nuestro tiempo con una profundidad superior a cualquiera otra etapa de transición en la historia de la humanidad.

Es obvio que la transformación será una realidad en todas las mentes capaces de recepción. En nuestro país se nos presenta la responsabilidad de canalizar y aprovechar la coyuntura a que se ve abocada, para plasmar el cambio y no dejar que se frustre de nuevo la posibilidad de abandonar la condición de pueblo sin madurez suficiente.

La transformación a que nos referimos debe ser tal, que comprometa todas las fuerzas dinámicas del país, tocando todas sus estructuras, modificándolas o cambiándolas. Apoyándose en la medida de sus posibilidades reales, en la afirmación de los recursos nacionales. Y, por lo que se refiere a los recursos extranjeros, apuntando hacia las necesidades y prioridades del país, hacia el objetivo de un orden, de una estructura más justa, más acorde, más moderadamente, ubicada con la dignidad del hombre de este siglo.

Como humanos nos resistimos a sentirnos satisfechos plenamente con la sola lucha contra el terrorismo de los explosivos y armas letales, cuando el terrorismo del hambre y la miseria continúa dividiendo injustamente sociedades minoritarias, pero inmensamente ricas, de sociedades mayoritarias altamente pobres.

es a todos aquellos que tenemos acceso al conocimiento de los problemas y de las posibles soluciones para el país, a quienes corresponde, ante todo, tener el valor de abandonar las casillas de un individualismo que, lejos de contribuir a resolver las imperiosas necesidades de la hora actual, las agrava de forma peligrosísima.

Si algunos dirigentes o partidos políticos estáticos u oportunistas – como algunos de ellos que apenas sobreviven a cada embate electoral – quieren sumarse o encabezar el proceso hacia el desarrollo, éste se hará con ellos. Sería la solución deseada. Pero si por el contrario persisten en querer oponerse a la historia, el proceso deberá hacerse, inexorablemente, por encima de ellos.

Esta generación a la cual pertenecemos tendrá obligatoriamente que encontrar fórmulas conscientes y hombres capaces de realizarlas, para no faltar al destino que le ha tocado enfrentar.

Un cambio sustancial en la concepción moral de los dirigentes políticos, que les haga comprender una vez por todas que la política es una ciencia cuyo único propósito es servir al pueblo a través del Estado, no para enriquecerse a través de ella.

Un cambio en la concepción educacional, para proyectar la enseñanza al pueblo, para compenetrarla con el pueblo, para buscar los problemas y sus soluciones, sin esperar a que los problemas lleguen a tocar las puertas de nuestras aulas, ni sus soluciones a empañar nuestra historia con más sangre juvenil.

Un cambio en la clase empresarial, para integrar la producción en términos de productividad, de mayor rendimiento, de exportaciones crecientes, de comprensión de que en lo social tenía que haber también ese cambio, y que estrategia más simple aconseja ponerse al frente de las transformaciones en vez de eludirlas.

Un cambio en la política internacional, institucionalizando la carrera diplomática, cuya prioridad sería el rescate de la dignidad nacional y la defensa de los intereses nacionales a nivel internacional, cuyos resultados y beneficios finales recaerán exclusivamente en el pueblo.

Un cambio de las clases trabajadoras y campesinas, a quienes el destino les reservará sin duda una vez más el papel motor de esta transformación.

Un cambio en esas clases mayoritarias que les permita encontrar que sus intereses no deben ser ni marginados ni opuestos a los de los empresarios ni a los de los intelectuales, sino simplemente tributarios del bien nacional.

Por designio irreversible de la historia ese cambio va a producirse. Porque es justo y es con arreglo a derecho que se produzca.

Nunca fue más cierto ni obvio el destino clave que tenemos, cuya conquista no es tarea para un hombre, ni para un grupo, sino para la totalidad unitaria y solidaria de nuestro pueblo.

Si, por el contrario, las presiones de los intereses individualistas de algunos dirigentes nacionales les impiden descubrir su responsabilidad histórica  y la magnitud de las labores que les competen, no será el pueblo, ya engañado tantas veces, quien sufrirá las consecuencias de ese egoísmo. Será sobre los propios dirigentes opuestos a ese cambio necesario, que la historia y la justicia caerán implacablemente.

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