Afuera, es la misma escena de todos los años, nada ha cambiado, excepto la cara de un nuevo mendigo que sustituye a otro ya desaparecido.
Adentro, el poder concentrado ante la imagen de una Virgen que, aunque con ojos pétreos, llora de ver que aquellos que en su templo la veneran, son indiferentes al dolor de quienes afuera les imploran.
Milagros que no se dan. La muchedumbre llega de todos los confines del país, y se repliega por áreas interiores y calles aledañas a la imponente Basílica, siempre a la espera de dos grandes milagros bíblicos que jamás se han vuelto a repetir: la multiplicación del pan y los peces, y la sanidad de paralíticos y ciegos.
La esperanza y la fe. Es lo que nunca se pierde, y lo que estimula a María Teresa, a Bartolo Mejía, a Memela Amílcar, a Juana Gómez Santana, y a cientos de nombres más, a acudir el 21 de enero de cada año a la Básilica de Higüey, cuando se celebra el Día de Nuestra Señora de la Altagracia, a buscar alivio a sus diversas necesidades.
Muchos, como Memela, una joven haitiana que llegó la noche anterior desde el Cibao con su niño de un año en brazos, pernoctan a la intemperie esperanzados en que la Virgen, el presidente Leonel Fernández, Amable Aristy Castro o cualquier otro funcionario, los ayuden con algo, pero estos nada les dan.
Yo le pedí al gobernador una cama ortopédica para mi hija que sufre de parálisis cerebral, y no me ha dado nada; la traigo aquí a ver si el Presidente me la da, y no lo pude ver, dice con impotencia Juana Gómez Santana, madre de Cruz Belkis Contreras, a quien mueve entre el tumulto de gente en una silla de ruedas.
Tin, tin, tin. El tintinar de las monedas se escucha por doquier, son los desheredados de la fortuna que las suenan con sus manos extendidas clamando por una limosna que sólo algunos feligreses les dan.
Los que más pican. Son los llamados pica-pica, esos que andan detrás y conocen los nombres de todos los políticos y los funcionarios.
El asedio de estos y el caso omiso que casi siempre les hacen los funcionarios, es un verdadero espectáculo.
Reguindada casi de la verja de la residencia del obispo de Higüey, donde almorzó el presidente Fernández después de la misa, Carmen gritaba: ¡Leonel, Leonel, mira pa´l frente, estoy a pie! ¡Madina, Medina, no tengo suerte!, seguía diciendo la mujer al jefe de ayudantes militares del Mandatario. El ministro de Obras Públicas, Víctor Díaz Rúa, era otro de los funcionarios aclamados con insistencia, sin que ninguno hiciera caso.
¡Dientes! . Dinero para ponerse los dientes pedía al Presidente un pica-pica llamado Capotillo, quien logró que el ministro de Deportes, Jay Payano, le soltara una papeleta de RD$500.
Cartas y papelitos. Peticiones desconocidas estaban en cartas y papelitos que mujeres querían entregar directamente al presidente Fernández, pero que fueron recogidas por una de las ayudantes militares. ¿Las leerá?
Las ventas. Como siempre que hay multitud, fueron muy buenas, al decir de comerciantes y venduteros ambulantes consultados.
Las claves
1. Disminuyen feligreses
Al decir de los asiduos a la Basílica, este año fue menos gente que en el 2011.
2. Gran contraste
Mientras miles de personas que llegan desde los más remotos lugares -incluso de Haití- pernoctan a la intemperie recostados sobre piezas de ropa colocadas en el suelo o la grama; en el mismo patio de la Basílica, coloridas carpas resguardan en a unos pocos que, al igual que los primeros, van allí movidos por la misma fe.