Necesitamos un jubileo político

Necesitamos un jubileo político

Muchos siglos atrás, los judíos de Palestina celebraban una fiesta muy especial: cada cincuenta años devolvían la propiedad de las tierras a sus antiguos poseedores, aunque la hubieran vendido o repartido. Esa ocasión era llamada Jubileo, de ahí que la algarabía que formaban los campesinos cuando recuperaban sus tierras se le llamara Júbilo.

Los cristianos empezaron entonces a imitar el Jubileo Hebraico en los tiempos del papa Bonifacio VIII y establecieron que el Jubileo cristiano tuviera lugar cada cien años. Luego Clemente VI redujo el lapso a 50 años y Sixto IV lo llevó hasta 25 años porque, según apreció “la vida de los hombres era muy corta”. De esta forma se establecía que en el mundo terrenal nada era eterno, sino que debía tener principio y final, incluso hasta la propiedad de la tierra.

Con este antecedente social y religioso como referencia podríamos preguntar: ¿Cuándo va a tener lugar en República Dominicana el Jubileo político? ¿Quién va a establecer la fecha de vencimiento de la carrera política de los dirigentes de los Partidos de este país, sean estos de izquierda o de derecha? Nuestra historia está plagada de malos ejemplos de dirigentes políticos que quisieron eternizarse. Eso ha llevado a algunos a pensar que ser dirigente político partidario es una posición vinculada a la eternidad. Horacio Vásquez, Rafael Trujillo, Juan Bosch y Joaquín Balaguer han servido de precedente para justificar la inamovilidad en los Partidos. Ninguno de estos líderes quiso admitir que tenían fecha de vencimiento y, en un protagonismo patológico, murieron dejando mecanismos eficientes para continuar su nociva práctica.

Los finales de Vásquez y de Bosch fueron lastimeros. De Trujillo sólo queda la “quinta columna” trujillista anidada en las dirigencias del PLD y del PRSC. De Balaguer queda la infamante decisión del Partido Revolucionario Dominicano que lo proclamó “padre de la democracia dominicana”. También resta el reconocimiento a Balaguer que, por oportunismo electoral, ha utilizado el presidente Leonel Fernández y que, por conveniencia, tiende a desaparecer. El intento de eternizarse en el ejercicio político ha demostrado ser dañino para toda la sociedad, de ahí que nadie, razonablemente, debía intentarlo.

Jubilarse no es malo de por sí. No hay que olvidar que la palabra se origina en la fiesta, en la alegría, en el júbilo. Los políticos debían ser lo suficientemente honestos para reconocer cuándo los resultados de su gestión pueden resultar mejores si otros lo dirigen. Esto es válido tanto para el PLD, como para el PRD. Por supuesto, también para el PRSC y la izquierda tradicional a quienes sólo parece quedarles el transfuguismo como medio para sobrevivir políticamente.

Del PRSC y de la izquierda hay poco o nada qué decir. Sencillamente no existen luego de haberse descalabrado a sí mismos en los pasados comicios, sin que tuvieran excusas a mano para culpar a otros.

Si el PRD tuviera algún criterio empresarial decente habría descubierto hace tiempo que su gerencia política ha fracasado rotundamente. Van de mal en peor y su atraso político los lleva a parecerse a la Unión Cívica Nacional de principios de la década de los 1960: sin un liderazgo mínimo y sin línea política.

En el PLD, la jubilación de sus dirigentes no puede ser mencionada siquiera. Eso es “malapalabra”. Menos ahora cuando están embriagados con las mieles del poder económico y protegidos por la impunidad absoluta. Aunque resulte evidente que algunos están “quedados”, no sólo por su edad cronológica, sino porque han perdido el tino en las ideas. Afirmar que Bosch está históricamente por encima de Napoleón Bonaparte es algo que sólo puede haber provenido de un estado de demencia senil. El Comité Político del PLD está obligado, urgentemente, a su parcial renovación salvo que Leonel Fernández quiera seguir teniéndolo como mampara institucional a pesar de la incapacidad manifiesta para analizar alguna decisión de Estado o para el mejoramiento de la organización del PLD.

Resumiendo, a las organizaciones políticas dominicanas les convendría un jubileo para renovar sus dirigencias. Y si no quieren escuchar este consejo por aspirar a la eternidad, podrían terminar arrastrados por una crisis inevitable que afectará a los dirigentes de todos los partidos por igual.

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