Necesitamos un liderazgo transformador

Necesitamos un liderazgo transformador

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
El país está necesitado, muy necesitado, de un liderazgo transformador. Creo que después del ajusticiamiento de Trujillo hemos tenido dos presidentes de la República que se caracterizaron por imponer desde el poder amplias y profundas medidas de cambios necesarios y útiles. El primero fue Joaquín Balaguer. Reitero lo que mi comprensión de los hechos políticos y sociales me permite afirmar: el Presidente Balaguer fue el político que, desde el poder, logró superar la aldea urbana –con todo y lo contradictorio que se pueda leer—que era la República Dominicana cuando el tirano fue ajusticiado.

La puesta en marcha de un extraordinario programa de obras públicas, a partir de 1966, transformó de forma positiva los contornos de la sociedad. El viejo caudillo reformista levantó edificios para oficinas públicas en todo el territorio nacional, para escuelas, para tribunales, para hospitales, clínicas, dispensarios y policlínicas. Construyó caminos vecinales, carreteras, autopistas, calles, avenidas, aceras; puentes grandes, medianos y pequeños; contenes, mercados públicos, presas, canales de riego; viviendas populares para familias y viviendas para la emergente clase media. Levantó una hermosa Plaza de la Cultura; el nuevo edificio del Banco Central de la República; jardines zoológico y botánico, complejos deportivos; y luego, a partir de su regreso en 1986, completó esta tarea con obras majestuosas como el Faro a Colón, el complejo Jigüey-Aguacate, el Mirador Norte, etc. En sus administraciones fueron creadas entidades como estas: el Acuario Nacional, Cedopex, el Consejo Nacional de Población y Familia, la Corporación de Fomento de la Industria Hotelera, la Dirección Nacional de Parques, el Fondo Especial para el Desarrollo Agropecuario, el Instituto Nacional del Algodón, el Jardín Botánico, el Museo de las Casas Reales, la Superintendencia de Seguros, el Consejo Estatal del Azúcar, el Instituto de Estabilización de Precios, la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo, la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santiago y la Autoridad Portuaria Dominicana. De momento no estamos valorando ni sugiriendo valoración. Estamos mencionando algunas de las obras de un presidente que ejerció en el país un liderazgo transformador, liderazgo que, lógicamente, tenía que desempeñarlo desde su lógica política, desde su estilo, desde su visión de la sociedad y desde su herencia trujillista. Pero lo tuvo y, estemos o no de acuerdo, lo puso en marcha de forma extraordinaria y eficiente. Y dejó un país con sus huellas. 

El otro Presidente de la República que, a nuestro juicio, impuso un liderazgo de cambios importantes y profundos en la sociedad dominicana fue don Antonio Guzmán Fernández. Sus énfasis fueron muy distintos a los del doctor Balaguer. El Presidente perredeísta se concentró en los cambios políticos y en darle al gasto público un sentido diferente al que había tenido durante 12 años consecutivos. Y fueron, en aquel contexto, cambios políticos para los cuales se necesitaba mucho valor y mucha capacidad para desafiar al establecimiento y al conservadurismo en boga. Guzmán Fernández inició un profundo proceso de destrujillizaciòn y profesionalización de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Aquellos militares políticos, aquellos militares y policías comprometidos con vejaciones, encarcelamientos arbitrarios, persecuciones ideológicas, desapariciones y crímenes horrendos fueron echados a las calles. Los prisioneros políticos fueron libertados, los que estaban en el exilio pudieron regresar. En fin, el país pudo disfrutar ampliamente de un verdadero ambiente democrático. Su política económica fue modesta porque sus planes de reformas, varios de los cuales llegaron al Congreso Nacional, fueron frenados por un empresariado conservador y acostumbrado al proteccionismo balaguerista y por una facción perredeista igualmente conservadora y de talante opositora. Pero aún así, los salarios del sector público y del sector privado fueron sustancialmente mejorados y la estructura del Estado empezó a manejarse de forma diferente, con una burocracia de alto nivel procedente del sector privado.

El país está ahora necesitado, muy necesitado, urgido, de un liderazgo transformador. Un liderazgo que, dentro de la ley y dentro de los usos y costumbres propios de la democracia occidental, rompa la rigidez y la esclerosis de las estructuras económicas y sociales de la sociedad dominicana. No es posible seguir poniendo en práctica políticas públicas que, en esencia, fomentan la pobreza, por un lado, y la riqueza, por el otro. No podemos seguir levantando la bandera de la prudencia  —de una prudencia mal entendida—, de tal manera que la economía crece y crece y es mínimo el beneficio que recibe la población que está más allá del 10% que recibe los mayores ingresos. No es posible que nuestros gobernantes se conformen con salarios de zonas francas. Ni siquiera con los niveles salariales que paga nuestra próspera industria turística. Tampoco es posible que sigamos con un ejercicio del poder capaz de poner en marcha las más extrañas novedades, mientras tenemos cientos de escuelas dañadas, sin pupitres, sin sanitarios, sin equipos auxiliares para la docencia, etcétera. La República dominicana necesita un liderazgo transformador, atrevido, osado, dispuesto a equivocarse, pero hacerlo acometiendo tareas significativas. Un liderazgo que alguna vez sea tachado de imprudente porque se atreva a ser innovador, creativo, desafiante. De lo contrario, seguiremos autosatisfechos y prudentes y con altos niveles de crecimiento económico en medio de una población enroscada en las más elementales necesidades.

bavegado@yahoo.com

Publicaciones Relacionadas

Más leídas