En el Ministerio de la Mujer no tienen cientistas sociales (de ningún género) que realicen estudios sobre las circunstancias, condiciones y situaciones que llevan a tantos hombres a quitarle la vida a su mujer, a menudo, la persona más amada.
Tienen, sin embargo, un Observatorio donde se recoge información sobre diversos eventos de violencia masculina contra mujeres, pero sin un modelo causal teorético formal, es mucho menos la seguridad de que la información obtenida sea la pertinente; ni siquiera cuando las fuentes y la calidad de la misma sí lo sean.
Precisamente, esta debería ser una de las tareas fundamentales del Ministerio en cuestión, especialmente por la frecuencia de maltratos y asesinatos contra mujeres, y porque las circunstancias y detalles horrorosos que salen a diario en la prensa, han de estar asustandos a cualquier mujer y hombre que estén pensando en formar pareja y hogar, pues parecería que nadie sabe lo que le podría esperar de una relación amorosa, no obstante las canciones populares idealicen dichos romances.
En este respecto, lo menos que debe tener un centro de observación es: a) Una tipología de delitos de la especie; con sus definiciones nominales formales y sus respectivos set de indicadores, cada uno con su poder predictivo y su historial de uso por otros investigadores. Variables e indicadores cuantitativos y cualitativos, pero siempre cuantificables; correspondientes a variables sociales y económicas, culturales, religiosas y de tipo psicológicas y psicosociales, presentes en las situaciones en la vida de los individuos y de las parejas; y,
b) Debe ser elaborado un sistema de hipótesis causales o bien, un conjunto de indicadores que nos permitan aumentar la capacidad predictiva en cuanto a la probabilidad de que estos hechos se produzcan.
La probabilidad de ocurrencia de un feminicidio es necesariamente mayor en determinados grupos de edad, tipos de parejas, niveles y tipos de empleo y demás condiciones laborales de cada miembro de la pareja. Las familias de procedencia, subculturas regionales, religión y religiosidad, valores y patrones relacionales de y con las familias de procedencia y el vecindario. De igual manera, la participación en actividades sociales, recreativas, culturales, deportivas o religiosas ayudarían a predecir mejor estos sucesos.
Una buena cantidad de variables relativamente fáciles de operacionalizar y de medir, pueden sumarse a las estadísticas oficiales. Estas últimas, por su parte, deben ser depuradas de acuerdo a criterios de confiabilidad y validez; y establecerse el poder predictivo de cada variable del modelo para así, gradualmente, desarrollar un “índice compuesto” que prediga la violencia de género, y de otros tipos de hechos que afectan las familias.
Con estos elementos, se puede reorientar con mucho mayor eficacia el esfuerzo de las autoridades, en cuanto seguimiento, vigilancia, protección y acción legal. E igualmente, en cuanto a coaching y ayuda psicológica, económica y otras formas de asistencia que podría el ministerio recabar y coordinar.
Esto también permitiría una mayor eficiencia en cuanto a recabar ayuda de ONG locales e internacionales que den apoyo en cuanto a prevención, control y solución de conflictos de parejas.