Necio es recordar

Necio es recordar

Todavía aquel titular no estaba en las rotativas y el asombro de un país sin jefe recorría el territorio. En las provincias y municipios costeños, el salitre convertía en bruma el amanecer y el rumor entraba a las casas con gesto azorado, manos temblando, cuchicheo. Miércoles 31 de mayo de 1961, una nación aterida confundía sentimientos. Algo grande había ocurrido. Lo más grande. La confirmación oficial del hecho fue en la tarde. No había dudas, el generalísimo estaba muerto. Sollozos, ditirambos, las plumas viles y serviles seguían con la caligrafía del miedo y la abyección. “La deslealtad es la más irresponsable y definitiva derrota del honor” repetían los panegiristas. Fue la sentencia del tirano cuando censuraba la acción de los expedicionarios del 1959 y la repetían para subrayar que Trujillo “cae víctima de los hombres que protegió”.

Lamentaciones, sepelio, estatuas derribadas, revueltas urbanas, la inolvidable navidad con libertad. Periodo convulso, de vaivenes cotidianos. El Consejo de Estado asume el reto y garantiza las primeras elecciones de la democracia. El antitrujillismo, con el látigo de Viriato, no logra el triunfo. El 20 de diciembre de 1962, ocurre el milagro de las urnas. Juan Bosch es presidente con el respaldo de una extraordinaria cantidad de votos. El PRD consiguió 619,491 votos, cantidad que no admitía la competencia de la UCN – 317,327- . Desde el primer día, los nudos de la conjura se atan. El autoritarismo sin Trujillo demostró su fuerza. El inminente golpe de Estado ocurre el 25 de septiembre 1963.

El Triunvirato desplaza el intento liberal. El gobierno de facto se mantenía gracias al sostén de la iglesia, de los EUA, del generalato trujillista. El asesinato de los miembros del Movimiento Revolucionario 14 de junio, apostados en “las escarpadas montañas de Quisqueya” fue un revés contundente. El liderazgo de Manolo desafiaba la ilegalidad de los triunviros. Sin embargo, no se produjo la reacción social condigna.

Continúan los aprestos para recuperar el orden constitucional. “El Pacto de Río Piedras” sella el acuerdo entre Bosch y Balaguer que procura derrocar el Triunvirato. La confrontación entre militares, provoca el estallido del 24 de abril del 1965. Comienza la guerra. La gloria de Francisco Alberto Caamaño Deñó también. De “Cascos Blancos” a “Palma Sola”, el coronel se casa con la gloria, defiende la soberanía mancillada y comienza la ruta que prepara su muerte.

La atipicidad histórica nuestra, esa que impidió al antrujiillismo ideológico desplazar la tiranía, no permitió la reacción inmediata después del golpe de Estado y tampoco repudió la barbarie de Manaclas, sacó del país al coronel y encaramó en el solio, después de abril, al “cortesano de la era”. Atipicidad presente durante el exterminio de los representantes más conspicuos de la subversión contra el balaguerato y cuando el abuso sin parangón masacró a “Los Palmeros”. Esa que dejó turulata a una resistencia en desbandada, sorprendida con Caracoles, paralizada frente a los cadáveres de Nizaíto. Conjurar el designio es difícil pero oportuna es la efeméride. Es que un día como hoy, mataron a Caamaño, a Lalane José, a Pérez Vargas. Después del crimen, el silencio. Ese pesar sin eco. Consecuencia de equívocos que gestaron epopeyas sin aplausos. Éxito no podía tener la empresa, pero arriesgarse era obligación y compromiso. El país del 1973 era diferente al del 65. La geopolítica cambiaba. Aquí se transformaban, a sangre y fuego, el ejército, la economía. El régimen creó su clase, supo alimentar las boas. Muchos transaban. La codicia enmoheció fusiles, amarró naves. La realidad ameritaba otra estrategia. Román, Eugenio, Armando, cayeron el mismo día, víctimas de similar vesania. Aquellos cuerpos profanados, provocaron temor fugaz al poder. Si Caamaño no cabía en una cárcel, como dicen que dijo Balaguer, tampoco en tumba alguna. Recordar es necedad cuando solo la injuria entusiasma, las batallas son mediáticas y el honor se alquila por un puñado de dólares. Un 16 de febrero terminó la ilusión del coronel.

 

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