Negación y desprecio a los constitucionalistas

Negación y desprecio a los constitucionalistas

Hay algo extraño y patológico en el comportamiento social del dominicano. Mientras más te compromete, sirve y aporta a las causas sociales y democráticas, más de patean, te niegan y te mandan al olvido. Sin embargo, si te entrega a los grupos, pertenece “al dejar hacer y el dejar pasar”, reparte, corrompe y funciona en sintonía con la patología social dominicana, entonces, llega, te ayudan, te reconocen, te abren espacio, te legitiman y hasta te hacen viable y te perpetúa históricamente. Aquí existen tantos héroes pateado y olvidado. Recuerden cuánto sufrió moral y visceralmente nuestro Juan Pablo Duarte. ¿A cuántos canallas conservadores y seres corrompidos hasta ahora, hemos reconocido y pensionado como patriotas? Nicolás Maquiavelo hablaba de que es mejor ser “temido que amado”. Al que se le teme, se le cede y se le compra, se le buscan las formas de pagarle hasta la última plusvalía, sin importar el tipo de inversión, por aquello de que “con el peligroso y el psicópata hay siempre que protegerse”. Del sano, el honesto o moralista, solamente dejarlo que el tiempo, las circunstancia y la memoria corta lo ponga en el olvido.

En pleno mes de abril, cuando se conmemora un año más de la intervención armada americana y la Guerra de Abril 1965. Lo que nos queda más cerca de la memoria es un grupo de constitucionalistas en plena mendicidad: hambrientos, enfermos, desnutridos, desprotejidos, sin techo, sin pensiones, sin seguridad social. Apenas muestran como identidad de combatientes de algunas fotos o carnet asignados por el presidente constitucional Francisco Caamaño que algunos le otorgó rango o por decreto le designó alguna función. Ahora, después de ponerse las botas y tomar el fusil para reclamar democracia y la vuelta a la constitucionalidad y el regreso del presidente derrocado Juan Bosch, esos militares constitucionalistas viven de la misericordia, abandonados y en desprecio por la sociedad a la que defendieron, con la que se identificaron y con la que asumieron el sentido de pertenencia, los vínculos y el apego patriótico.

Ellos no están pasando factura, están reclamando justicia social y solidaridad humana, que es otra cosa. Por años esos constitucionalistas fueron estigmatizados, excluidos y vistos como “personas peligrosas” a los que se les negó trabajo en el Estado, en el sector privado, y se les negó salir del país.

Literalmente se le fue la adultez sin trabajo y sin poder acumular para vivir decentemente. Ahora, muchos sordos o ciegos, de pasos lentos y piel arrugada, recuerdan su Abril con nostalgia; A lo mejor, unos con rabia, con amargura y frustraciones, otros, con voz entrecortada dirán que si la circunstancia les llama volverían a tomar el fusil, aunque los huesos de su comandante no aparezcan.

El Estado tiene un compromiso con los militares constitucionalistas. Me pregunto a cuántas personas no han pensionado y le dan casas y seguro de vida, tan solo por asumir un vuelo de golondrina reciente, o prestarse por calumniar o difamar o hacerle trampa a alguien.

Me pregunto ¿Qué le cuesta al Estado una pensión a estos hombres y mujeres? ¿Qué le cuesta darle un seguro de SENASA? ¿Qué le cuesta donarles de esos apartamentos que construye Bisonó y entregarlos amueblados para que vivan sus últimos años, que son pocos, con dignidad y su bandera y el cuadro de su comandante colgado de alguna pared. ¿Díganme de por DIOS si de verdad los estamos negando y despreciando por que le sirvieron al proceso y no al a patología. Los de la patología viven asumidos socialmente, aceptados y valorados. Algo pasa en esta sociedad y no es Alzheimer.

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