¿Negativismo o falta de credibilidad?

¿Negativismo o falta de credibilidad?

TEÓFILO QUICO TABAR
Lo ideal sería ver las cosas de manera positiva y poder expresarlas en esa misma vía, pero la realidad del diario vivir y lo que se sabe que ocurre en los diferentes estamentos de la sociedad, sobre todo en las cúpulas del poder, provocan reacciones más parecidas a la realidad que vive la gente, que a las ilusiones que se ven desde arriba, donde al parecer las nubes del poder obnubilan a los que deberían ver la cosas mejor por su ubicación, pero las alturas los marea y los pone a ver las cosas distorsionadas y como consecuencia a actuar de espaldas a la realidad. Todo el mundo quisiera ser optimista y que las autoridades recobraran la credibilidad, pero mientras tanto, todo lo que se hace y se dice obedece absolutamente a coyunturas electorales y politiqueras, que provocan indignación colectiva y afianzamiento de que todo es como si se tratara de una farsa nacional.

La gente desea tener confianza en los que dirigen las instituciones del país, pero ellos mismos con sus acciones, sus conductas y sus decisiones hacen que cada día la duda impere y que la incredulidad se apodere de los que sin necesariamente ser superdotados ven, oyen y entienden que unas cosas dicen y otras cosas hacen.

Cuando la mayoría de la gente se levanta, quisiera tener gran parte de las cosas resueltas, pero al poner un pie en el suelo, se dan cuenta de lo contrario. Si no es que falta la luz, falta dinero, agua, transporte. Que los muchachos no se desayunan bien para ir a la escuela. Que no tienen medicina para algún quebranto. Que si un ladrón se le metió en la noche o que si al salir de su casa lo asaltaron. Que si el marido no encuentra trabajo o la mujer no puede trabajar fuera de la casa para completar el salario o más bien las necesidades.

Todo el mundo quisiera creer, pero embargan las dudas de si los fallos de los jueces son verdaderamente correctos o si algunos han obedecido a soluciones salpicadas por las influencias del poder.

La gente está perdiendo la confianza en las instituciones del orden, porque es tanto lo que ve y se dice, incluso desde adentro, que ya nadie sabe si a los que hay que temer son a los que cuidan o a los que andan buscando.

Aquí casi todo el mundo sabe leer los periódicos o sabe oír las noticias. Sabe interpretar lo que se dice y lo que se oculta, por eso ya muchos no creen en todo lo que se escribe ni en todo lo que se dice, porque muchas de ellas están salpicadas por las influencias que doblegan conciencias y voluntades.

Que si vamos para alante, en un país donde la mayoría no tiene sus problemas más elementales resueltos. Que si vivimos en austeridad en medio del derroche. Que si progresamos en medio de enfermedades y plagas propias de la edad media. Que si se adoptan medidas para reducir el gasto de combustible en medio de caravanas de vehículos de alto consumo. Que si se impide la extracción de arena de los ríos, ante la mirada de la gente que los ve tan campantes y custodiados. Que si propaganda en vez de soluciones. Que si ayer una cosa y hoy otra.

Que si los voceros de las cúpulas normalmente hablan y actúan de acuerdo a sus intereses personales o de acuerdo a lo que le conviene a los que gobiernan y a sus posibles beneficios por favores especiales. Que si el enriquecimiento ilícito que es lo mismo que la corrupción no es malo, sino cuando afecta determinados intereses por cuestiones de competencia.

Realmente uno quisiera igual que la mayoría ver las cosas con sentido positivo y expresarlas, pero al despertar, leer los periódicos, escuchar las noticias, ver y oír lo que ocurre, se afianza la idea de que andamos mal. Que todo es mentira y que nos tratan como si fuéramos simples espectadores de una película que no se quiere acabar.

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