Negligencia oficial frente a su patrimonio

Negligencia oficial frente a su patrimonio

Los principales medios de comunicación, televisivos y escritos, se están ocupando con gran interés de destacar el grave y acelerado deterioro de importantes monumentos y edificaciones en la capital, que por su estado de abandono, habla muy mal de las autoridades responsables de su conservación.

Culpa de ese proceder de las autoridades, para no prestarle atención a numerosas obras, que a ojos vista se encuentran en condiciones deplorables, algunas al borde de su urgente demolición, es que los políticos en cargos ministeriales no le prestan atención a nimiedades del mantenimiento, ya que el beneficio político y económico no cubre sus aspiraciones.

Esa negligencia por proteger el patrimonio existente de las edificaciones de la infraestructura patrimonial e institucional del Estado, está determinada por la concepción de los políticos del propósito al ser nombrados para un Ministerio por su lealtad al líder y sus sacrificios económicos para contribuir a su triunfo en la campaña y deben ser recompensados.

Los burócratas no tienen la cultura del mantenimiento. Es poco el volumen de dinero que se mueve en torno a esa actividad. En los ministerios existen departamentos de mantenimiento para escuelas, hospitales, monumentos, carreteras, etcétera, pero no se les brinda el respaldo con dinero y equipos para llevarlo a cabo.

Y es que se prefiere llegar al deterioro final de la estructura para entonces sacudir a una costosa y majestuosa remodelación. Ahí si hay beneficios más que abundantes, por ser obras que permiten abultamiento de volúmenes y de precios. Carecen por lo general de una buena supervisión.

El mantenimiento es una palabra que no existe en el manual de ejecución de los ministerios. Por eso vemos, y gracias a los medios, el deprimente estado de la Plaza de la Independencia, que ahora Turismo vía Fuerzas Armadas acudirán a su rescate. Por igual se encuentra en lastimoso estado la Plaza de La Trinitaria, el Museo del Hombre Dominicano, la bolita de mundo en la Feria, sin contar los cientos de escuelas y centros de salud abandonados a su suerte, sin comodidades para los usuarios.

El caso de las vías de comunicación es lo más dramático de la incuria oficial. Cada día estallan protestas por el estado de las mismas y reclamando la reparación. A esto se añaden las quejas por el estado de los acueductos o de las plantas de tratamiento de aguas negras, cuyos efluentes van a parar hasta las cañadas o a cunetas de los barrios aledaños a las mismas.

El desinterés oficial para atender la funcionalidad de la infraestructura nacional de edificaciones, calles, carreteras, presas, canales, es algo de antología. Forma parte de la cultura de los políticos, que desde 1962 concibieron los beneficios arrancados al Estado como algo prioritario, pretendiendo tan solo buscar que le aportaría el desempeño de determinado puesto de funcionario.

La historia nos enseña cuál ha sido el criterio que ha dominado a todos los que, enganchados a políticos, han acudido al poder para enriquecerse a nombre de su supuesto liderazgo, por la tranquilidad social o el sacrificio para alcanzar sus objetivos, resarciéndose, con el asalto al erario, de sus afanes proselitistas, sin acordarse del mantenimiento y preservación de las obras que supuestamente deben cuidar.

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