Se han ido conociendo las intríngulis del proceso negociador emprendido por 18 meses secretamente entre Estados Unidos y Cuba sin que trascendiera a la opinión pública mundial. Para observadores acuciosos no pasó inadvertido el estrechón de mano entre Obama y Raúl Castro en Sudáfrica en diciembre del 2013, pues es sabido que los protocolos dejan poco espacio para improvisaciones especialmente cuando se trata del Presidente de Estados Unidos. Efectivamente, en ese momento las negociaciones llevaban seis meses celebrándose. Se efectuaron nueve rondas de negociaciones, siete en Canadá y dos en el Vaticano. Canadá no fue mediador sino anfitrión dadas las excelentes relaciones que mantiene con las dos partes; junto con México fue de los dos únicos países que nunca rompieron relaciones con Cuba. El Vaticano sí fue facilitador y mediador, además de anfitrión con un papel del Secretario de Estado Pietro Parodin y del propio Francisco, quien en su reunión con Obama en marzo del 2013 lo apremió a llegar a resultados y finalmente a mediados del 2014 envió sendas cartas al mismo Obama y a Raúl Castro. Los negociadores de Obama fueron jóvenes asesores: Ben Rhodes – Subdirector del Consejo de Seguridad Nacional y escritor de los discursos del Presidente – y Ricardo Zúñiga, de origen hondureño y diplomático de experiencia, inclusive en Cuba.
A principios del 2012 el senador demócrata Patrick Leahy y su asesor Tin Rieser, por más de 25 años interlocutores habituales con los Castro, trasladaron a la Casa Blanca el interés cubano en conversar sobre el intercambio de Gross por los cinco espías detenidos en EE. UU. pero advirtieron que exigir simplemente la liberación de Gross no tenía posibilidades de éxito porque “cualquiera que sepa algo de los Castro sabe que no responden bien a los ultimátum. Los cubanos dejaron claro que estaban ansiosos por hablar con EE. UU. pero que no estaban preparados para hacer concesiones unilateralmente”, señaló Rieser. Obama autorizó una “exploración” por lo que hubo intercambio de notas a través de la Oficina de EE. UU. en La Habana y las respectivas misiones en la ONU. Aún no se sabe quiénes fueron los negociadores cubanos.
Un giro hábil de Obama fue incluir en las negociaciones para el intercambio de presos a uno de sus más importantes espías preso en Cuba por casi 20 años para que se pudiese hablar de trueque de espías porque EE. UU. nunca ha aceptado la condición de espía para Gross. Ahora comienzan las negociaciones para formalizar las relaciones y en la agenda estará el tema de la base de Guantánamo, la indemnización a los norteamericanos – complicado por la Ley Helms Burton – y el alegato cubano de indemnización por los efectos del bloqueo. Para Cuba se abre la posibilidad de su reivindicación histórica con el levantamiento del bloqueo en un Congreso que tratará de imponer condicionantes para lograr lo que no alcanzaron con 54 años de bloqueo. La Administración norteamericana apostará a fortalecer – y ampliar su base – al sector privado como instrumento para promover cambios.