Negociando los principios

Negociando los principios

¿Qué hubiera pasado si Francis Caamaño, en determinada coyuntura, habría negociado sus principios en pos de hacer aquello que –convenía-?

¿Como pasarnos la vida política promulgando algo para en determinada coyuntura hacer entonces todo lo contrario?

Se supone que la política se nutre de propuestas, y esas propuestas obedecen a una visión de país, de sociedad, que tenemos pre-concebida y que dirige todo nuestro accionar político-social. Esa visión, en conjunto, esta ceñida a pautas concretas e invariables que encarnan nuestro sentir social, esas pautas, son los principios. Y son los principios a su vez, una especie de promesa que nos hacemos notros mismos y a los demás.

Entonces, como alguien dijo una vez:“La naturaleza de una promesa radica en que permanece en el tiempo y a través de las circunstancias”.Es entonces el político un abanderado de sus propuestas, y en el fondo, un abanderado de sus principios, en ocasiones, y como debe ser, la sola imagen de un político evoca aquellos principios y sentimientos que están como tras fondo en todos sus pronunciamientos.

La sola imagen del político, evoca su promesa.

En este contexto, negociar, variar, transgredir nuestros principios en pos de determinada coyuntura o circunstancia, constituye una negación descarada de nuestra promesa política, a traicionarnos nosotros mismos, es llevar a su mínima expresión nuestra visión política al punto de sustituirla por una visión ajena, en ese momento, dejamos de ser políticos, y nos convertimos en mercaderes del favor social que habríamos conquistado a través de esos mismos principios que estamos traicionando.

Entonces, no hay cosa peor para un partido, o para un político, que traicionar sus principios por una coyuntura política, o mucho peor aún, electoral.

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