Negras expectativas

Negras expectativas

El país, que ha debido acogerse a disciplinas muy estrictas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en un intento por reanimar la economía, de pronto se ve ante la preocupante expectativa de una tendencia alcista en los precios petroleros que no da señales de que vaya a detenerse a corto plazo.

De principio, las alzas petroleras son una seria amenaza para las metas de estabilización económica que el Gobierno ha articulado sobre la base de reformas de orden fiscal.

Uno motivo de preocupación es que la presión de los precios petroleros sobre los costos locales, sumados a los efectos de la reforma fiscal puesta en marcha en la fase inicial del acuerdo con el FMI, se convierta en un elemento que agrave la contracción vigente.

Las consecuencias inmediatas serían el encarecimiento de bienes y servicios, la pérdida de competitividad y una acentuación de los índices de desempleo que, por cierto, ya se han alimentado por la coyuntura que afecta a la industria textil de zona franca.

II

En el mercado petrolero, muchos factores determinan la tendencia alcista de los crudos. El principal factor de encarecimiento es el interés de los países exportadores por incrementar sus ganancias, para lo cual mantienen regulaciones permanentes sobre los volúmenes de producción.

En el ámbito de los importadores, como es el caso nuestro, las fluctuaciones ejercen presión sobre las finanzas y los costos, deteriorando el comportamiento de la economía y haciendo más difícil, cuando no neutralizando, cualquier avance en el proceso de recuperación económica.

A mayores precios del petróleo mayor cantidad de divisas para adquirirlo y esto, a su vez, influye en el comportamiento del mercado cambiario, amenazando la estabilidad lograda hasta el momento.

III

Ante semejantes expectativas, imposibilitados, como estamos, de revertir la tendencia de los precios petroleros y sus efectos sobre la economía, al país no le queda más remedio que adoptar una política de ahorro de combustibles y energía para amortiguar el impacto sobre la estabilidad del mercado cambiario.

El Gobierno haría bien con iniciar un plan en esa dirección en las instituciones y dependencias del Estado, para reducir en cuanto sea posible el consumo de combustibles y electricidad. Con los mismos propósitos, se debe promover un plan similar en el sector privado, a través de las diversas asociaciones empresariales.

Los dominicanos tenemos muy malos hábitos de consumo y nos da lo mismo tener conectados en el hogar bombillas y otros efectos eléctricos en momentos que los estamos necesitando. Por un acto de conciencia, deberíamos hacer un uso más racional de los vehículos de motor, aún en los casos en que estemos en condiciones de comprar todo el combustible que nos plazca.

Hay que colocarse ante la preocupante expectativa que plantea el alza constante de los precios petroleros y el daño que puede causarle a nuestra maltrecha economía. La sensatez nos convoca a ser austeros, por lo que pueda pasar.

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