NELSON BARRERA ¡Renovador de la pintura surrealista dominicana!

NELSON BARRERA ¡Renovador de la pintura surrealista dominicana!

Los inicios del “Movimiento Surrealista” se remontan hacia 1916, año en que André Bretón, precursor, líder e ideólogo del movimiento, descubre la “patafísica” (la ciencia de las soluciones imaginarias), teorizada por Alfred Jarry, así como el psicoanálisis de Sigmund Freud al mismo tiempo que se relaciona con los poetas Jacques Vaché, Guillaume Apollinaire y Tristán Tzara. Así pues, “Surrealismo” y “surrealista” son palabras acuñadas por Apollinaire mientras redactaba el programa del musical “Parade” en 1917.

En su “primer manifiesto” (1924), Bretón proclama: “Surrealismo: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”… Y agregaba: “El surrealismo se basa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos por la resolución de los principales problemas de la vida”…

Ya en 1925, tanto en Europa como en distintas partes del mundo, estallaban las “criticas escatológicas”, proclamando “el fin del surrealismo” e impugnando la plenitud creativa que en esos momentos vivían algunos de sus taumaturgos fundamentales en el campo de las artes plásticas y visuales, tales como Max Ernst, Joan Miró, Víctor Brauner, Marcel Duchamp, Man Ray, Salvador Dalí, Giorgio De Chirico, Yves Tanguy y el mismo Picasso, quien lograría realizar una importante serie de obras pictóricas surrealistas entre 1930 y 1935. A pesar de tales discursos, el surrealismo se expandió a nivel global, traspasando las más importantes tendencias artísticas posteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa continental, Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón y América Latina.

Ahora bien, Octavio Paz ha definido el “Surrealismo” más como una actitud del espíritu humano que como uno de los movimientos artísticos más interesantes e influyentes del siglo XX. Y aunque hoy día no son pocos los discursos textuales que sostienen que “el Surrealismo ha muerto”, desde mi íntima perspectiva, el Surrealismo sigue renovándose constantemente como movimiento estético-espiritual en el que sus adeptos jamás adoptan una forma límite, un solo estilo o una sola técnica para expresarse.

Un ejemplo convincente de la perpetua renovación del “espíritu surrealista” en la tradición pictórica dominicana, espíritu que arderá en su máximo esplendor a través de una serie de poéticas pictóricas donde lo objetivo adquiere niveles sublimados de elaboración simbólica: Eugenio Fernández Granell (1912-2001), Jaime Colson (1901-1975), Jorge Noceda Sánchez (1931–1987), Iván Tovar, Dionisio Blanco, Manuel Montilla, Alonso Cuevas; lo constituyen las pinturas y esculturas del joven artista dominicano Nelson Barrera, cuyas obras nos llamaron poderosamente la atención durante el proceso curatorial de la muestra titulada “Colección Fernando Báez Guerrero/Un siglo de Arte Moderno en la República Dominicana”, la cual se puede ver hasta finales de agosto en la segunda planta del Museo de Arte Moderno.

En efecto, en las obras señaladas y en otras tantas ejecutadas recientemente, tales como las tituladas, “Nacer es empezar a morir”, “Inverosímil I”, “Sueño diurno de Teo”, “El Bartender de los deseos líquidos”, “Inverosímil II” y “Teo edificando margaritas en la 5ta. Estación” (2014), Nelson Barrera emerge materializando unos mundos superimagéticos que florecen y trascienden como propuesta estética de extraordinaria vitalidad y profunda filiación surrealista.

Mundos a través de los cuales Barrera transforma en imágenes la apariencia, el absurdo y lo concreto. La mayoría de sus obras están habitadas por paisajes, árboles, troncos, animales, espectros, máscaras, medialunas, extremidades, órganos, flechas, plumas, relojes, instrumentos musicales, mariposas, saltamontes y una extraordinaria diversidad de objetos cotidianos. Estos mundos de Nelson Barrera se proyectan mediante fascinantes y deliciosas perspectivas a la vez que se entrelazan, interpenetran y confunden al mismo tiempo que sus relatos pictóricos nos remiten hacia el desbordamiento del inconsciente y los territorios del deseo, el amor, el erotismo, el humor, el sueño y la sorpresa.

Fino tallador del símbolo, la metáfora, la meditación y el enigma. Ecléctico “vampirizador” del surrealismo orgánico y visionario al mejor estilo de Dalí, Magritte, Iván Tovar y otras tantas innovaciones ajenas, en la actualidad, Nelson Barrera se encuentra en una afanosa búsqueda de sus propios recursos plásticos, expresivos y estilísticos; sin embargo, desde hace más de una década, su imaginario estalla como síntesis de la ensoñación, el delirio, lo real y lo fantástico. En esta síntesis, destacan la imagen insólita, las asociaciones audaces a través del signo y los topos de la ambigüedad, el desconcierto, la alegoría y la polivalencia significativa.

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