Némesis del síndrome Buenaventura Báez

Némesis del síndrome Buenaventura Báez

Reynaldo Peguero

La buena inversión en Santiago y el Cibao que impulsa el presidente Luis Abinader podría superar las desarmonías territoriales entre norte y sur de la isla. Antagonismos que ahora pueden resolverse, si sabemos replicar lo productivamente bueno que hacemos para aumentar empleos formales, estimular la creación

La buena inversión en Santiago y el Cibao que impulsa el presidente Luis Abinader podría superar las desarmonías territoriales entre norte y sur de la isla. Antagonismos que ahora pueden resolverse, si sabemos replicar lo productivamente bueno que hacemos para aumentar empleos formales, estimular la creación y armónica distribución de la riqueza.

Denominamos “Síndrome Buenaventura Báez” a la intención de muchos políticos de quitarle recursos al Cibao para invertir en otros territorios. Históricamente, repudiamos al presidente Báez, pero culturalmente lo reconocemos, porque sus errores fortalecieron el peso del Cibao en las decisiones nacionales. Malas gestiones que robustecieron el sentido de identidad, pertenencia y defensa de la región Norte.

Báez, que había estudiado en Europa, apoyado en los buenos resultados de las ventas del tabaco cibaeño en Hamburgo y Bremen, Alemania, expolió la región con dinero devaluado y provocó la Revolución del Cibao. En palabras del empresario tabaquero Hendrik Kelner Casals, este presidente provocó “una nueva devastación de Osorio”.

El presidente Báez, proveniente de una rica familia latifundista que precipitó la desforestación del Sur para comerciar madera y ganado; despojó y estafó los eficientes productores minifundistas del Cibao. Agricultores de productos verdes y protectores de la naturaleza, como tabaco, café y cacao.

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En el centro de las discusiones sobre inversión pública y su distribución, están las enseñanzas aprendidas de estas gestiones. Priorizar el gasto en el Cibao, implica la némesis de este síndrome. Importa promover la replicación nacional del modelo cibaeño de producción. Dinámica que hace concurrir agroindustria, pecuaria, empresas de zona franca, turismo y remesas-visitas productivas de la diáspora dominicana.

Toda intención de hacer lo contrario, viola la Constitución de la República Dominicana en su artículo 196 que impone que “Sin perjuicio del principio de solidaridad, el Estado procure equilibrio razonable de la inversión pública en las distintas demarcaciones de manera que sea proporcional a los aportes de aquellas a la economía nacional”.

El Cibao, sin tener el puerto de Manzanillo habilitado, ni los grandes merca de productos agropecuarios que necesita, genera el aporte más importante al PBI, 2.3%. Esto incluye sus 14 provincias. La Región Ozama (Gran Santo Domingo) aporta 1.7 y la región Yuma (La Altagracia, El Seibo y La Romana) 0.6%.

Evitemos repetir modelos populistas de repartición de la inversión pública por porcientos de pobreza. Utilicemos zonas de éxito donde Gobierno, sociedad civil y ayuntamientos, están alineados. Regiones punteras en PBI que acumulan buenos modelos de desarrollo y exitosas dinámicas económicas. Zonas productivas que sin dejar nadie atrás, primero deben ser robustecidas y luego replicadas en toda la isla.

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