Neruda: El bosque chileno

Neruda: El bosque chileno

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio

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Deléitese, disfrute, mi querido lector, con ese delicioso manjar, dejado para nuestro goce por el inmenso Pablo Neruda.

“…Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno…se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe…Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo…El ciprés de las Guaitecas intercepta mi paso…es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas…Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo… Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras desaparece como un relámpago su radiante arco iris…Al pasar cruzo un bosque de helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mi quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos…Un tronco podrido: ¡qué tesoro!…Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco seco se le escapara el alma…Más lejos cada árbol se separó de sus semejantes…Se yerguen sobre la alfombra de la selva secreta, y cada uno de los follajes, lineal, encrespado, ramoso, lanceolado, tienen un estilo diferente, como cortado por una tijera de movimientos infinitos…Una barranca; abajo el agua transparente se desliza sobre el granito y el jaspe…Vuela una mariposa pura como un limón, danzando entre el agua y la luz…A mi lado me saludan con sus cabecitas amarillas las infinitas calceolanas…En la altura, como gotas arteriales de la selva mágica se cimbran los copihues rojos…El copihue rojo es la flor de la sangre, el copihue blanco es la flor de la nieve…En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio de la ley de estos follages…Apenas el grito lejano de un animal confuso…La intersección penetrante de un pájaro escondido…El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre. Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo, a andar y cantar por el mundo”.

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He querido aprovechar esta hermosa descripción para tomar de ellas no solo su sentida poesía, profunda, estimulante, bien lograda, sino para destacar la capacidad de observación de este destacado poeta chileno.

A mis estudiantes de psiquiatría les insisto en lo que llamo las tres palabras mágicas: observar, escuchar y anotar.

Observar es algo muy diferente a ver…usted puede ver una bandada de pájaros que cruza volando los cielos, el avión que surca las alturas, las nubes desplazándose…para observar en cambio, debe usted detenerse, aproximarse o aproximar el objeto de estudio. Es detenerse en los detalles, precisar hasta los mínimos elementos.

Escuchar: es difícil encontrar un oído atento, dispuesto a dar atención, a escuchar con dedicación lo que otro ser angustiado, adolorido, deprimido, triste, sin ganas de seguir viviendo desea expresar. En nuestros tiempos, esta capacidad está cada vez más disminuida. Todos queremos ser protagonistas.

Anotar: es siempre oportuno y conveniente, ya que, dejárselo todo a la memoria es craso error, pues ella le puede resultar traicionera al paso del tiempo y ya no podría constatar la verdad como tal, vivida en el pasado. Tampoco podría demostrar a otras personas que lo descrito, reamente ocurrió así.

Reconozco que podríamos agregar una cuarta; Palpar: los médicos conocemos la trascendencia de este acto cuando se trata de algo tan elemental como saber la temperatura del cuerpo, el aumento de volumen de un órgano, la respuesta quejosa al dolor, la sensibilidad de un área, chequear los reflejos.

Podríamos agregar una quinta: Auscultar: ¿Cómo anda ese corazón?, la tensión arterial, ritmicidad, etc. ¿Qué tal esos pulmones? Muy congestionados, sonidos, silbidos extraños.