Neruda nada sabía del amor

Neruda nada sabía del amor

RAFAEL ACEVEDO
Parecería osado afirmar que un archicelebrado poeta que tanto amó el amor, no sea un conocedor de la materia. Pero, como hubiera dicho Erich Fromm, no es igual saber de astucias amatorias que del «arte de amar». Tanto para Adler como para Fromm, la capacidad de amar supone la superación de daños emocionales ocurridos principalmente durante la infancia. Alguien que haya sufrido abandono o maltrato suele tener dificultad para confiar en otros.

No en vano dice un bardo: «Tu tienes que ayudarme a conseguir, la fe que con engaños yo perdí»… Y otro: «Antes de amar, debe tenerse fe.» Neruda ama «el amor de los marineros, que besan y se van»; el amor sin compromiso. Agrega: «Para que nada nos amarre, que no nos una nada». Es un amor (si lo es) egoísta, epicúreo,  que no considera realmente el bien del ser amado. (Alguien dice que el ego lo inventó un poeta, y cualquiera agregaría: y los argentinos lo patentizaron).

Pablo y Juan hablan del tema con profundidad, y aunque muy breves, lo dijeron todo. El amor que describen es un tanto diferente al de los bardos: «sin amor soy metal que resuena», «…si no tengo amor, nada soy»…»El amor es sufrido, es benigno;…no hace nada indebido, no busca lo suyo… todo lo soporta. El amor nunca deja de ser».  Contrario al poeta, Jesús hubiera dicho: «Que nada nos una para que nada nos separe», procurando una  relación sin intermediación. De hecho, sólo Jesucristo es camino y vínculo, mas no así una iglesia o religión, pastor o sacerdote.

 Neruda más bien temía al amor y por eso prefería a sus amantes. Porque a menudo es más fácil amar el amor que a una persona, a un perro que a un hermano. Muchos prefieren amar la naturaleza, la humanidad, pero en  general y en abstracto, que disponerse a amar a las personas concretas.

Los intelectuales, en particular, los bohemios, tienden a la posesión simbólica de toda persona objeto de su artística emotividad, y la cosifican. Rehúsan  someterse a  compromisos afectivos que coarten su dora libertad. Desafortunadamente, el matrimonio típico excepcionalmente es ejemplo del amor verdadero. Precisamente porque toda relación de pareja que no se enmarca en el amor según Jesucristo tiende a ser una experiencia degradante y frustratoria.

Neruda teme perder su libertad  de pensar, de ser él y sólo él. Esquiva instintiva y concientemente las religiones, porque imponen normas y criterios y hasta, por propia cuenta, administran castigos sicológicos a quienes disienten.  Descarta a Dios porque, como suelen agnósticos y ateos, confunde a Dios con la religión. Y con no poca razón, porque probablemente nada le ha hecho tanto daño al Plan de Dios como la religiosidad.

Dios respeta al hombre su libre albedrío, porque sólo así se puede producir el amor, el mayor bien alcanzable. Dios y hombre buscan  permanentemente del amor, porque: «El amor es lo que sostiene el techo de la primavera», (dice Neruda).  Para los teístas es la razón de ser de la creación. Pero el amor no se realiza cuando existe yugo forzoso,  insano egoísmo. Se dificulta entre  el hombre y Dios cuando media autoridad y formalidad y se cobra peaje.

Toda relación con Dios ha de ser personal y directa, irrepetible e insustituible; semejante a la de madre e hijo, no a través de roles institucionales. Nadie, pues, cabe en medio de Creador y criatura. Hay lugar para facilitadores en el mismo sentido que un maestro y escuela ayudan a aprender, pero no puede enseñar, según especialistas actuales. «Que ninguna religión nos separe (diría El), para que nadie se cebe por juntarnos». Menos aún por la fuerza. (Como  habría preferido decir Neruda: «Fueron las espadas formidables argumentos, que a los indios vivos convirtieron, en cristianos muertos»).

Ciertamente, los cristianos hemos fallado también al cuidar más la religión que a Cristo, los ritos que el mensaje. Y usado más la espada de la violencia, militar o cultural, que «la espada del espíritu, que es la palabra de Dios». ¡Qué desperdicio que tantos geniales hombres se pierdan de lo mejor que hay en el Universo!   ¡Qué pena que amando tanto el amor, jamás hayan conocido el Verdadero!

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