La biografía o autobiografía más entera y autorizada de Neruda está en su poesía. Y la más reveladora, de todos los libros escritos por el poeta, es esa colección de remembranzas personales que tituló Confieso que he vivido. Todo lo vivió a fondo.
Respondió a cuanta solicitación fuerte le vino del cuerpo y del espíritu. Escuchó todos los llamados cardinales de su tiempo, del ámbito natural y político. Se entregó sin reservas al goce y descubrimiento del universo físico. Asumió con ardor su deber ciudadano. Ejerció a plenitud su condición irrenunciable de residente en la tierra. Miembro activo del siglo XX, se empeñó en mejorar la suerte del pueblo. Invitó al hombre olvidado a acompañarlo.
Emprende en Canto General una entrada suntuosa al campo de la épica. Las Odas Elementales, de Navegaciones y Regresos, Cantos Ceremoniales, Plenos Poderes, La Barcarola encarnan un repertorio inagotable, donde figuran casi todos los sujetos, los objetos, los sentimientos, la variedad del mundo y de las personas. Dedica libros enteros a Las Piedras del Cielo, a Las Piedras de Chile o al Arte de Pájaros. Sus ojos nacieron con el don de ver en la Madre naturaleza lo que los otros no percibían y en ese campo es poeta sin igual.
Es el enamorado por antonomasia. Nadie escribió sobre el amor con tantas ganas, con tanta delicadeza y desvergüenza, con tanta diversidad y obstinación. Amó a unas cuantas mujeres con sinceridad mientras duró el amor. Fue un memorista de esos amores y todas ellas quedaron reflejadas en sus versos. Nutrió con ellas grandes cantidades de páginas. A menudo volvió a contarlas, a cantarlas, a revivirlas, en sus distintas edades, las miró con ópticas diferentes, con nostalgia y melancolía, pero sabiendo siempre que esas mujeres inolvidables le dejaron un sedimento, del cual no excluyó el reconocimiento, la autocrítica o la sombra de disculpa, como en el caso de la Gran Hormiga o sea Delia del Carril.
Delia es la luz de la ventana abierta
a la verdad, al árbol de miel,…
)… porque está escrito en donde no se lee
que el amor extinguido no es la muerte
sino una forma amarga de nacer.
Comienza puntual por la infancia. Después del colegio, en invierno, tras vagar por el río y el bosque, de leer con «ojos de leopardo» las aventuras de Sandokan y Sandokana, rememora que… algo increíble se mezcló a tu arcilla y comenzó el amor a devorarte.
El adolescente descubre el amor maravillado con Albertina Loncoe.
«La relación Pablo-Albertina surge cuando convivían en la misma sala de clases, paseaban por los corredores del antiguo edificio del Instituto Pedagógico, ubicado en Alameda con Cumming. Si Neruda venía de la provincia de Cautín, Albertina, también sureña, nacida en Arauco, con su familia vinculada al magisterio, instalada en Lota Alto, junto a los minerales del carbón…, procedía asimismo, de una tierra de lluvias y mapuches.»
«Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
y las hojas caían en el agua de tu alma.
Mas tarde como diplomático en Rangun vivió un idilio dramático con una nativa llamada Josie Bliss
El amor duró unos meses, hasta que «la dulce Josie Bliss fue reconcentrándose y apasionándose hasta enfermar de celos… A veces, de noche, me despertaba la luz encendida y creía ver una aparición detrás del mosquitero. Era ella, apenas vestida de blanco, blandiendo su largo cuchillo indígena, afilado como una navaja de afeitar, paseándose por horas alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. Con eso, me decía, terminarían sus temores. Al día siguiente preparaba curiosos ritos para asegurar mi fidelidad.
Por suerte recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado a Ceilán. Preparé mi viaje en secreto y un día, dejando mi ropa y mis libros, salí de la casa como de costumbre y entré al barco que me llevaba lejos.
Dejaba a Josie Bliss, especie de pantera birmana, con el más grande dolor. Apenas comenzó el barco a sacudirse en las olas del golfo de Bengala empecé a escribir mi poema Tango del viudo, trágico trozo de mi poesía dedicado a la mujer que perdí y me perdió, porque en su sangre apasionada crepitaba sin descanso el volcán de la sólera.»
Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.
El siguiente amor en la vida de Pablo Neruda fue María Antonieta Hagenaar a quien conoció en Java.
El vivía en la calle Probolingo; estaba en un país cuya lengua ignoraba, de la que sólo llegó a saber una palabra: «tinta», porque se dice igual en malayo y en castellano. María Antonieta, era hija de holandeses y residía allí con su familia. La joven novia resultó buena compañía para conocer la isla, recrearse con sus mariposas, insectos y pájaros, recorrer las tiendas, deleitarse con los bordados, artesanías y estampados de los batik, en realidad, sobre todo era una amiga de gran ayuda para comunicarse:
«Había conocido una criolla, vale decir holandesa con unas gotas de sangre malaya, que me gustaba mucho. Era una mujer alta y suave, extraña totalmente al mundo de las artes y las letras», dice Neruda en Confieso que he Vivido; a continuación, él mismo cita el párrafo de Margarita Aguirre sobre ese matrimonio suyo, donde su biógrafa afirma:
«Ella está muy orgullosa de ser la esposa de un cónsul y tiene de América una idea bastante exótica. No sabe el español y comienza a aprenderlo, pero no hay duda que no es sólo el idioma lo que no comprende. A pesar de todo, su adhesión sentimental a Neruda es muy fuerte y se los ve siempre juntos. Maruca, así la llama Pablo, es altísima, lenta, hierática».
En 1931, Maruca viaja a Singapur, donde su marido, el cónsul, ha sido trasladado. Pero la estancia será breve, pues la crisis mundial obliga al gobierno chileno a suprimir ese cargo. Maruca parte a Chile en 1932, acompañando al marido de regreso a su lejano país natal. Neruda se reincorpora enseguida a su ambiente que no ha variado mucho desde su partida a hacerse cargo del consulado. María Antonieta Hagenaar recién llegada a Chile desde las antípodas o poco menos, luego de la breve estancia en Temuco, también viaja a Santiago con su marido y no es apreciada por los amigos. La excepción es una escritora y actriz: María Luisa Bombal, quien se limita a ver en Maruca a una «mujer alta y silenciosa, poco aficionada a las noches de bohemia».
La poetisa Sara Vial, muy joven y bella, afirma: «La pobre Maruca es un sargento más grande que él. En un país de mujeres graciosas y menudas como el nuestro, daba susto. Pobrecita. Sin embargo, Pablo la quiso mucho».
Los Neruda partirán a España en 1934 y vivirán la ansiedad, el temor y la alegría ante el nacimiento de su primera criatura. Llegan a Madrid donde Neruda sucederá a Gabriela Mistral en el consulado.
Maruca dio a luz una hija a quien Neruda llamó: Malva Marina. Pero nace con un defecto congénito que no tiene remedio. Se agudizan todas las desavenencias, son inevitables los rencores, las sospechas, las suposiciones estériles y corrosivas. Entre ellos crece el odio. No hay en la lengua castellana poema de la paternidad herida sin remedio ni de tan desgarradora ternura como «Enfermedades en mi casa»; donde el poeta pregunta:
pero a quién pedir piedad por un grano de trigo?
En ese ambiente exasperado aparece Delia del Carril, nacida argentina, de familia rica y acomodada que se cruza en la vida de Neruda en la España de la Guerra Civil y la República. Ella había viajado a España a ver pintura pero se encandila, se queda y se integra a la Alianza de Intelectuales. Entabla firme amistad con María Teresa León, Rafael Alberti, Maruja Mallo, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre.
Conoce a todos esos colosos del arte que se reúnen en Madrid inmediatamente antes de la Guerra Civil Española. En 1935 tiene 50 años, y allí donde las mujeres declinan, ella está entera, hermosa y suspendida sin que sus pies toquen el horizonte. Cantada por Miguel Hernández como: «La de los ojos boquiabiertos.Es testigo del desligamiento de los que ya no se aman y del horror del mal padecido por la pequeña Malva Marina. Delia lleva paquetes con mercaderías a los necesitados y abre los ojos grandes. Por esto Isaías Cabezón y Acario Cotapos la apodan «Hormiguita». Matan a Federico García Lorca. Su joven amor, involucrado con los republicanos es destituido de su cargo y parte rumbo a Francia con la familia. Delia huye a Barcelona. El le súplica: «Hormiguita adorada: No sé por qué te vas a quedar por meses en Barcelona. Tú tenías planes… Dejé a Maruca. La situación está arreglada con su ida… Estoy en un hotel muy viejo frente al viejo puerto, miro cada mañana los veleros. Qué bien estaríamos juntos!… Me he cortado las uñas por primera vez solo … ! También quiero que me compres un barquito que vimos con Manolo Angeles, (se refiere a Manuel Angeles Ortiz) vale 35 pesetas… Lo necesito con urgencia porque vivo en el Hotel Náutico. Te abrazo con todo mi corazón y te quiero cada día, espero verte que es lo único que quiero. Pablo».
Durante veinte años se la ve a su lado en la lucha por llevar a Chile a los refugiados españoles, recorriendo América, corrigiendo las pruebas donde el poeta narra la historia de América; conquistando y conquistada en Chile. En las tertulias de la casa ‘Michoacán’ de la avenida Lynch, con la puerta siempre abierta. En la historia de Isla Negra. Se la ve con él en los duros días de la persecución por González Videla; en el exilio; preparando la llegada del poeta en Chile, mientras el Pablo Neruda es atraído por el canto de la Medusa desde un peñón de Capri. Los Versos del Capitán, la Medusa, la Chascona, Matilde lo arrebatan de su vida para siempre. Tiene 70 años cuando pierde a Neruda y se refugia en el Taller 99 de Nemesio Antúnez. Crea enormes caballos que no caben en sus telas. Llega a convertirse en la mejor pintora de caballos sudamericana. Se murió a los 104 años pintando.
El amor final será Matilde Urrutia, nacida en la ciudad de Chillán, el 5 de mayo de 1912. Casi no conoció a su padre quien murió un año después dejando a su familia en una mala situación económica.
De él hereda la energía, iniciativa y afán de independencia, como de su madre la belleza y raigambre a la tierra. La dura vida del sur la obliga a emigrar a Santiago Estudia en el Instituto Comercial, se transforma en una atractiva pelirroja, sencilla y sofisticada a la vez. Su vida se desarrolla entre el trabajo, su familia y los estudios de canto que inicia con Consuelo Guzmán en el Conservatorio de Música. Con Neruda se conocen en México, en 1949. Para Matilde que nació y vivió en independencia es más enaltecedor el sacrificio que hiciera de dejar su arte y autonomía en pro de la misión trascendente del poeta. Porque Matilde todo lo dejó por seguir a su compañero. La artista y cantante, hermosa con sus 37 años, de cuerpo moreno y ahora cobriza cabellera, simboliza para Neruda el recado de la tierra lejana, el recuerdo del niño Neftalí, Parral y Chillán, tan unidos en el espacio y las vivencias. El poeta se reconcilia con sus raíces, recupera la perdida imagen materna y asume su infancia enlutada.
Desde1949 a 1955, previo a la separación de Neruda con Delia del Carril, Matilde será la «elegida» y por ello la innombrada: la enigmática Rosario de la Cerda en los anónimos «Versos del Capitán», la «Pasajera de Capri» de «Las uvas y el viento» y la dueña de aquellas manos de jardinera que se deslizan por las Odas.
En «Estravagario», suena por primera vez, el nombre de Matilde, la bien amada, recibiendo del poeta su poesía y su realidad. Pero será otro poemario, con su centenar de casas de 14 tablas, los «Cien sonetos de amor», el que consagre a Matilde, a la Chascona de Chillán como reina y señora de cada jornada, de cada etapa. Con ella renace desde el corazón del polvoroso Parral a la adjetiva «Chillaneja fragante»: «madre»; «ráfaga de rosal»; «Rosario»; «amor de otoño»; «presente y futuro». Juntos dan forma a creaciones como «Los Versos del Capitán», principio y final, y no sólo en los libros, también en sus casas, especialmente en «La Chascona» quedan las cenizas del fuego no consumido. Allí están la higuera y las flores de Chillán, los nombres entrelazados en la fusión tierra y mar, los escalonados muros y rincones donde resonaron los sonetos y vivieron su amor. Allí se veló una terrible noche de septiembre de 1973, la última estadía del poeta en su casa, y allí doce años después se cerró la luz de los ojos de Matilde. Durante los trágicos años de la dictadura, Matilde se convirtió en la luchadora de su pueblo y del poeta. Logró con la asesoría del poeta Miguel Otero Silva, editar las censuradas «Memorias» del poeta.
También llevó a cabo la publicación de su obra póstuma, y el rescate de la obra nerudiana dispersa, en verso y prosa, tanto del olvidado Neftalí como del consagrado Premio Nobel Pablo Neruda. Otero Silva y Jorge Edwards la asesoraron en estas tareas y aprovechó la soledad y el aislamiento de Isla Negra para escribir sus propias Memorias.