Neurociencias, mi padre y la ética

Neurociencias, mi padre y la ética

La sociedad que agrupa a Neurólogos y Neurocirujanos estrena una nueva directiva. Hace unos días fueron juramentados el Dr. Iván Mercader y el Dr. Giancarlos Hernández como presidente y vice del núcleo profesional que nos agrupa, junto a un grupo de talentosos colegas, en la dirección de la sociedad de neurocientistas.

La noche de juramentación fue invitado mi padre, el Dr. José Silié Gatón, a dictar una conferencia sobre Ética Profesional. Me pidieron que lo presentara, lo que agradecí, y señalé en esa oportunidad que no iba a presentarlo como el Profesor Meritísimo, ni el galardonado con la orden de Duarte, Sánchez y Mella, ni como el Laudatio Académico de la Academia de Ciencias, ni referirme a que un aula de la Facultad de Derecho de la UASD lleva su  nombre, ni que hace pocos días recibiera el Botón de Oro, al Mérito Público, como servidor por más de 59 años en la administración pública, con cargos que van desde Abogado de Oficio en su temprana juventud, hasta el de Procurador y varias instancias directivas en la Junta Central Electoral, esto último lo ha convertido en uno de los dominicanos más versados sobre cuestiones electorales.

Me referí al “hombre ético”, y sin ningún rubor enfaticé, que él, mi progenitor, ha sido una especie de “padre” para la ética como ciencia en el país, pues ha sido el mayor propulsor de esta filosofía, a través de la cátedra universitaria por muchos años y la producción de más de 15 libros sobre el tema de la ética y la moral, eterno soñador con  ese conjunto  de principios y reglas decorosas que deben inspirar la conducta de todo humano para convivir en sociedad. Preferí referirme al humano, al hombre  noble y altruista como lo es mi padre, de un proceder que es honra para la familia y para toda la sociedad.

De una gran fortaleza espiritual, una valentía en el bien, y una dignidad de vivir demostradas, no con  palabras, sino con hechos, con un accionar y una conducta acrisolada tanto en lo público como lo privado. Es un hombre de verdadera “consistencia moral”, se pudiera hablar mejor de una vida de “consistencia ejemplar”, no solo pregonando los principios de probidad, creo que es más que una finalidad de ser, es su norma de existencia. Con una gran inteligencia, hacia el condicionamiento justo y honesto, ejemplo viviente de decencia que nos honra.

El que usted pregone moral y no la practique, es una acción inmoral, pues una ilumina la otra, y entre lo que usted plantea con sus opiniones, y como usted se conduce en su vivir, hay un gran espacio,  pero están ambas estrechamente relacionadas. Cuando ascendemos en una conducta digna, somos ejemplo social, en esta “moderna sociedad”, tan cuestionada y negadora de esos principios, cuando acontece lo moral, trascendemos, trascendencia que nos eleva, nos distancia y nos diferencia, en razón de que esta conducta cuesta mucho mantener, pues al parecer los “premios” son recibidos muchas veces por los que se conducen bordeando los linderos de la inmoralidad.

Hoy más que nunca necesitamos como sociedad el que nuestra prédica, nuestro pensar, armonicen con nuestras acciones en el diario vivir, en todas las manifestaciones de nuestras vidas, en cada relación, en fin ante toda la sociedad, y que signifique nuestro discurrir terrenal, algo que en verdad esté en consonancia  con conductas y formas de vivir más cercanas a los  buenos ejemplos, no sólo del mártir del Gólgota, sino por igual a la de todos esos hombres y mujeres, aunque no lo creamos son la mayoría, que son verdaderamente honestos, en sus pensamientos y acciones, aún en estos tiempos.

En ocasiones nos desanimamos ante las evidencias, y nos creemos que vidas  de “quijotes soñadores” como mi padre, son en vano vivirlas por la “podredumbre” de esta modernidad, pero no desfallezcamos, sino que imitemos siempre su ejemplarizante proceder.

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