Neurociencias y Neuroeducación (1)

Neurociencias y Neuroeducación (1)

Cerebro infantil vs. cerebro adulto
Hoy, y desde hace dos décadas, se ha estado hablando de Neuroeducación gracias a los múltiples descubrimientos de las Neurociencias, con el particular aporte de las portentosas técnicas de Neuroimágenes.
Uno de los tantos aportes de singular importancia de las Neurociencias a la Educación es la comprobación objetiva de la distinción entre el cerebro infantil y el cerebro del adulto, y resulta que para el desarrollo de la Neuroeducación, y aplicación en la enseñanza, es vital disponer de informaciones definidas sobre el proceso de maduración del cerebro infantil y cómo y cuándo se hace adulto.
Aunque siempre se ha supuesto que la niñez y la adultez son dos etapas de la vida del ser humano que mantienen claras y muy evidentes diferencias en todos los órdenes, incluyendo el cerebral, y se opone inmadurez a madurez, respectivamente, lo cierto es que las afirmaciones eran genéricas y sustancialmente vagas. Las informaciones objetivas y las precisiones conceptuales y terminológicas han surgido como resultado de los estudios que en los últimos tres decenios se han llevado a cabo a través de las neurociencias y de los complejos sistemas de neuroimágenes, específicamente con la fRMI y la PET, que han permitido visualizar el funcionamiento, todavía parcial, de un cerebro sano, vivo, en pleno ejercicio de sus facultades.
¿Por qué el cerebro infantil conserva numerosas diferencias con relación al cerebro adulto?. Sucede que el cerebro infantil está en pleno proceso de desarrollo y, por lo tanto, existen zonas que todavía no tienen su configuración total, que faltan muchas “redes neuronales” por establecer y que esto se logrará dentro de un proceso pre-establecido o de acuerdo a determinadas condiciones exógenas o ambientales.
Las investigaciones neurocientíficas han establecido que el cerebro es el órgano que tarda más en alcanzar su estado de pleno desarrollo. El desarrollo básico de los demás órganos (corazón, pulmones, riñones, páncreas, hígado) se completa en el útero y lo que se llama el crecimiento, que se inicia a partir del nacimiento, se produce mediante el procedimiento de la “división celular” en la misma proporción en que el cuerpo crece. De modo diferente, el cerebro desarrolla todas sus células en el útero, antes del nacimiento. Esto explica por qué la cabeza del neonato luce bastante desproporcionada con relación a su cuerpecito. Alrededor de los dos meses de gestación se inicia el desarrollo del cerebro y continúa en un ritmo acelerado durante las siguientes 5 semanas, cuando ya están formadas casi todas las células nerviosas. (Trister Dodge-Heroman, 2005). También, se calcula que al nacer posee más del doble de las neuronas del adulto.
Alrededor de los siete meses de gestación empieza un período de gran actividad neuronal que perfecciona y amplía las conexiones interneuronales, proceso que continúa hasta los dos años. Se produce un rápido crecimiento del cerebro y su peso, un 25% al nacer con relación al del adulto, pasa a un 50% a los seis meses; un 75% a los treinta meses y un 90% a los cinco años. El desarrollo se completa a los 26 ó 27 años, no a los 18 ó 20 como sostenía la creencia canónica. (Trister Dodge-Heroman, 2005; Mora Teruel, 2013).
Las neurociencias han establecido que el nivel máximo de conexiones neuronales suele producirse entre los 4 y los 7 años.
A esta edad el cerebro está muy cercano al tamaño y el peso del cerebro de una persona adulta, pero todavía existen diferencias notables: por ejemplo, los lóbulos frontales tienen alrededor de un 40% más de sinapsis en cada neurona; a partir de esta edad se inicia un proceso de disminución continuo y progresivo de las sinapsis hasta llegar a emparejar el nivel del cerebro adulto. Este proceso se denomina “poda sináptica”.
Además, el cerebro infantil atraviesa por los llamados períodos críticos, de los cuales los dos más estudiados son la adquisición de la lengua materna y la visión. Si a temprana edad se entorpece la visión continua por un corto período, no vuelve a ver jamás; si no se adquiere la lengua materna antes de los 7 a 10 años, no la aprenderá nunca.

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