Neurociencias y Neuroeducación

Neurociencias y Neuroeducación

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Cerebro y alfabetización o el Cerebro alfabetizado
Cuando el cerebro se alfabetiza, es decir, cuando aprende a escribir y a leer cambia, cambia física y químicamente, cambia su estructura de modo que ya es un nuevo cerebro, es otro cerebro, con nuevas redes neuronales que lo habilitan para comportarse de otra manera. La escritura y la lectura le permiten al cerebro dar un salto cualitativo que no solo lo fortalece, sino que lo convierte en un dispositivo natural cuya competencia se hace teóricamente infinita.
¿Cuál es la evidencia científica en que se apoyan estos juicios? La evidencia más reciente, recientísima, de hace unos pocos años, nos la ofrece Carreiras (2009, 2012). Este neurocientífico, junto a otros investigadores ingleses y colombianos, escaneó mediante la técnica fRMI, los cerebros de dos grupos de jóvenes ex-guerrilleros colombianos: uno formado por 20 analfabetos y otro por 22 recién alfabetizados, antes y después de la alfabetización. Resultados: los cerebros alfabetizados mostraron un ostensible aumento de la materia gris y de la materia blanca, es decir, un fortalecimiento de la densidad neuronal y de la velocidad y la calidad en la trasmisión de información de un hemisferio a otro a través del cuerpo calloso.
Estas dos sustancias también tienen la importancia de que están relacionadas con el procesamiento visual, fonológico y semántico que son las tres áreas de especialidad en las que el cerebro distribuye la tarea de leer y, por vía de consecuencia, nos vuelve más veloces de mente y permite que nuestra experiencia sensorial sea más rica y amplia.
La alfabetización es el proceso que consiste en enseñar a escribir y leer. Para poder escribir y leer es imprescindible saber, primero, identificar el nombre y los rasgos de cada letra de las que constituyen el alfabeto y, segundo, estar en capacidad de convertir esas letras en los sonidos orales correspondientes. Dicho de otra manera, la alfabetización, en el puro sentido del término, es el proceso que implica solo el aprendizaje de la escritura y la lectura de una lengua dada y constituye el inicio del derecho de toda persona a recibir una educación gratuita y de calidad, independiente de su edad o cualquier otra categoría o condición social, tanto dentro del sistema escolar establecido por la sociedad como fuera de él. (Torres, 2008)
La alfabetización es el primer paso y un componente esencial de la educación formal académica. Para aprender, para educarse, primero se habla o se escribe, luego se escucha o se lee. Esto, para mantener la comunicación y la correspondiente comprensión de lo que se ha hablado o escrito. Así se aprende, poniendo atención a lo que se dice y cómo se dice.
En el nivel más refinado y permanente de la lengua, se aprende a escribir, no de modo espontáneo y sin esfuerzo. Para aprender a escribir se exige una atención y un esfuerzo consciente y particular, después de recibir las instrucciones oportunas de una persona especializada en la enseñanza de la escritura y simultáneamente la enseñanza de la lectura. Aprender a leer implica aprender a identificar las letras del alfabeto y comprender “lo que se dice” con la escritura. Entre repeticiones y tropezones, a partir de la edad promedio de seis a siete años de edad, regularmente en el período de un año lectivo, se aprenden los rudimentos de estas dos destrezas fundamentales para la educación académica.
Las actividades de leer y escribir son artificiales porque requieren del artificio humano para su incorporación a la habilidad lingüística natural. Es decir, para aprender a escribir y a leer una lengua normalmente se hace imprescindible trasladarse de la casa a la escuela, utilizar materiales específicos como papel y lápiz y recibir instrucciones, regularmente durante el período de un año lectivo, por parte de una persona que conoce este oficio. Nada de esto se necesita para aprender a hablar una lengua. En condiciones normales, en el ambiente familiar, sin ningún tipo de explicación ni de entrenamiento, toda niña y todo niño aprende a hablar, pero no toda niña y todo niño aprende a escribir y a leer. Estas últimas dos actividades se enseñan. En cambio, a nadie se le enseña a hablar. Su aprendizaje es espontáneo.

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