Neuroeducación: Calidad de la educación y el PIB

Neuroeducación: Calidad de la educación y el PIB

Uno de los mitos que constituyen la creencia generalizada en la gente que desconoce todo el proceso que implica el desarrollo educativo consiste en relacionar la riqueza con la calidad educativa: si un país es rico tiene buena educación, tiene calidad educativa. Es un mito, una creencia falsa, porque no existe, necesariamente, una relación biunívoca entre ambos factores. Es cierto que en cualquier país la educación cuesta y la calidad de la educación cuesta un poco más, pero no es cierto que la alta inversión económica y financiera en educación, automáticamente, garantiza una buena educación, una educación de calidad. El mejor referente, por ahora, está representado por las evaluaciones de PISA. Los países que sistemáticamente han estado ocupando los primeros lugares no son los más ricos, sino los que han asumido con mayor seriedad, planificación y organización el proceso educativo
Si revisamos el % del PIB de los países que sistemáticamente han estado ocupando los primeros lugares en las Evaluaciones de PISA, nos encontramos con la siguiente relación: Finlandia 6.8%, Hong Kong 4.4%, Singapur 3.3%, Japón 3.8%, Corea del Sur 5.0%, Canadá 5.0%, Suiza 5.4%, Australia 5.1%, Liechtenstein 2.1%, Bélgica 6.4%, Países Bajos 5.9% y Noruega 7.3%.
Si bien Finlandia, que no es un país rico, ha ocupado los primeros lugares y dedica un alto 6.8% de su PIB a Educación, otros países como Singapur con 3.3% y Japón con 3.8%, es decir, con la mitad o menos, han exhibido el mismo privilegio. No incluimos aquí el caso de Lichtenstein, que solo dedica 2.1% de su PIB a Educación, porque se trata de un país en condiciones muy especiales. Sin embargo, califica porque tiene una sana administración educativa
El Estado, responsable de servir y garantizar educación de calidad, se nutre de los tributos que forzosamente pagan los ciudadanos de cada nación para que se les brinden, entre otros, los servicios de Educación, Salud y Alimentación que cada individuo por sí solo no puede agenciarse. Pero los gobiernos, que representan al Estado, son en última instancia los responsables directos de cumplir con estas obligaciones porque son quienes administran las finanzas públicas, los dineros que genera el Estado a través de los impuestos. Si esto no se hace con seriedad y respeto a la sociedad, para nada sirven los gobiernos
La calidad de la educación cuesta dinero, pero no todo se reduce a ello. También cuesta esfuerzo, seriedad, entereza, entrega, pasión, y estos componentes no se compran con oro ni plata. Se crean, con ejemplos, en la consciencia de los pueblos
Los estándares internacionales establecen un % del PIB (por ejemplo, en la OCDE es de 6.3) de cada país como base para la consecución de una educación de calidad, aunque ello implica también la cantidad educativa. En el interregno que ha abarcado la “crisis mundial de la educación”, crisis fundamentalmente de la calidad de la educación, ni los países más ricos (desarrollados) ni los que dedican mayor % de su PIB a Educación son quienes muestran, necesariamente, mayor calidad educativa. Tres variables: Calidad de la Inversión, % del PIB Nominal vs % del PIB Real y Relación Proporcional de los diferentes PIB. Para los países “presidencialistas”, es decir, donde los Presidentes son colocados por encima de las Instituciones, es muy importante establecer la oposición que se expresa en la segunda variable. En estos casos, pesa mucho lo que decida el Presidente: el Congreso vota la Ley donde se Consigna el % del PIB y el Presidente decide qué se asigna y de eso que asigna, qué se ejecuta. Una cosa es lo que figura en las estadísticas y otra es lo que realmente llega a la educación. No hay forma de lograr calidad educativa donde hay corrupción, corrupción política, económica y financiera dirigida por los gobiernos que administran el Estado.
La calidad de la inversión viene aparejada con la calidad de la formación de los docentes. Pero también implica eliminar los gastos superfluos; el personal administrativo no debe superar el promedio de 8 a 11 por cada 1,000 alumnos; prioridad y calidad de las adquisiciones por su alta y justa pertinencia; actualización científica permanente del personal docente.

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