Neuroeducación: Calidad educativa vs devaluación

Neuroeducación: Calidad educativa vs devaluación

Una de las consecuencias directas que va implícita en la adopción del Modelo Neuroeducativo es la calidad de la educación porque, de no ser así, negaría su propia naturaleza. Es decir, la Educación Basada en el Cerebro es una propuesta estrictamente científica mediante la cual se procura rescatar la calidad educativa. Cuando desde la década del 60 se ha estado hablando de “crisis mundial de la educación” no se refiere tanto a la cantidad como a la calidad. Esto así porque efectivamente ha habido una devaluación de la calidad educativa a nivel mundial y una causa poderosa, no la única, de esa devaluación se explica por el desarrollo de una carrera desenfrenada en pos de la cantidad, fundamentalmente en los niveles superiores de la educación
Si bajamos al nivel local nos encontramos con el siguiente panorama: antes de la década del 60, alcanzar el título de Bachiller, graduarse de Bachiller, era un logro apreciado por la sociedad. Luego, en las dos siguientes décadas, esta categoría educativa se distendió y entonces el afán era ser Licenciado que entonces era el ansiado y prestigioso grado académico. Prontamente, ya a finales de los 80 y principios de los noventa, este prestigio se desgastó porque la gran cantidad y la poca calidad de los Licenciados eran evidentes y había que salirse de ahí si se quería mantener algún prestigio académico. Así comienzan las Maestrías y ocurrió lo propio. Tanto es así que en cualquier rincón del país ya se ofrecen maestrías, sin las condiciones mínimas para garantizar su calidad
Rápidamente, en menos de dos décadas, el país fue inundado de personas con el grado de Maestría. La gran cantidad y la poca calidad que ante la sociedad exhibe el gran grueso de quienes ostentan este grado ha provocado su desprestigio y desde la primera década de este siglo, las universidades pusieron la mira en el siguiente y último grado académico, es decir, en el doctorado. Y ya comenzó una universidad a ofrecer este nivel educativo y hay otra u otras que están en esos preparativos para pronto empezar su fábrica de doctores. Las demás no se quedarán atrás. Se multiplicará la oferta. Probablemente en cosa de dos décadas tendremos una cantidad de doctores sin la calidad que se exige a nivel internacional y entonces se quemará esta última etapa. Pero no habrá más grados superiores hacia los cuales recurrir y ya veremos qué se inventarán los fabricantes.
La calidad de la educación implica el funcionamiento simultáneo de muchos componentes, exige del cumplimiento de muchos requisitos que van desde una adecuada alimentación en los educandos hasta una buena formación de los docentes, pasando por la neuroarquitectura de las instalaciones físicas. Buena formación, en este contexto, significa contenidos y estrategias metodológicas actualizados conforme a los descubrimientos de las Neurociencias aplicables a la educación y contenidos y estrategias metodológicas actualizados, avalados por las demás ciencias. Pero también implica no negociar con la calidad educativa ni ceder a la tentación del inmediatismo, fundamentalmente el inmediatismo político cuyo único estímulo para invertir en educación es la de ver resultados a cortísimo plazo porque hay que mostrar a la sociedad fotografías y videos de la cosecha. Ningún político quiere sembrar para que otro coseche. Y sucede que la calidad de la educación no funciona a corto plazo. Por eso, para la instalación de un sistema educativo que garantice la calidad de la educación, es imprescindible que el Poder Político y el Poder Económico de una nación concierten acuerdos en esa dirección y que, además, haya una Prensa sin lazos ni conveniencias de modo que tenga la credibilidad necesaria para representar los intereses de la sociedad y, en su nombre, le dé seguimiento a los compromisos concertados
El sistema educativo tradicional ha colapsado y, por tanto, ya no aguanta más remiendos. Cada vez que se le pone un parcho revienta por otro lado. Las autoridades educativas, desorientadas como siempre, en cada nación, gastaron la segunda mitad del siglo XX pasándose de una propuesta educativa a otra, basadas en la especulación sicológica y filosófica, sin experimentación alguna, sin análisis, sin evaluación y adaptación alguna.

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