Neuroeducación: La lectura en el cerebro

Neuroeducación: La lectura en el cerebro

Las palabras escritas encriptan el habla. Como código gráfico y para que tenga valor social y cultural, la escritura debe ser desencriptada y para ello se exige el aprendizaje forzoso de un proceso inverso que se llama “lectura”. Diferente al habla que es natural, para la cual el ser humano, y solo el ser humano, dispone de áreas del cerebro para desarrollar esta función de manera espontánea y automática en el medio social, la escritura y la lectura son dos actividades artificiales por cuanto el cerebro no fue diseñado por la evolución para adquirirlas de modo automático. Son el producto de una necesidad social y cultural y de un “reciclaje neuronal” que, hasta donde se tiene noticia, se estipula que comenzaron a utilizarse en la comunidad sumeria hace unos cinco mil quinientos años. En este período, relativamente largo, el desarrollo de la escritura atravesó diferentes estadios de refinamiento que corresponden a los procesos señalados en el trabajo anterior (dibujos en superficies rústicas, figuritas en forma de cuña sobre superficie arcillosa, jeroglíficos e ideogramas hasta llegar, más adelante, a la escritura silábica y la alfabética, con los fenicios y los griegos).
La lectura es un desciframiento. Cuando los sumerios se vieron compelidos a “fijar” el habla, es decir, todo lo que se decía, por una necesidad triple: económica, comercial y fiscal, inventaron la escritura cuneiforme. Así comenzaron a establecer y a guardar, en forma “fija”, sus posesiones en términos económicos: agricultura y animales. Esto les daba la oportunidad de llevar una contabilidad más concreta. Ya no eran palabras, eran datos fijados en unas tablillas que daban mayor credibilidad. Ya con los datos “fijados” mediante la “escritura”, se precisaba de otra habilidad: saber qué decía lo que estaba escrito, descifrar el conjunto de signos que representaban “cosas”. Suponemos que quien lo “escribió” sabía lo que significaba cada huella, cada marca, cada signo. Y las demás personas? Los vecinos? Los amigos? También suponemos que ocurrió una primigenia socialización y que poco a poco se fue extendiendo tanto la “escritura” como la “lectura” a más y más personas
Todo esto sucedía en el cerebro humano, pero nadie lo sabía. Comenzó a revelarse este hecho con los primeros y rudimentarios estudios neurolingüísticos. La primera noticia sobre la lectura en el cerebro es anunciada por el neurólogo francés J. Dejérine en 1892, cuando descubre mediante autopsia, única técnica existente, que el paciente conocido como Señor C., después de sufrir un ACV, quedó con “una ceguera verbal pura” y así estableció que el cerebro poseía un “centro cortical para las letras” especializado en la lectura. El Señor C. perdió la capacidad de leer, pero conservó la capacidad de escribir y entonces Dejérine denominó la afección como “una alexia sin agrafia”: no lectura, sí escritura. Es decir, una “alexia pura”. Fernando Cuetos (1989) robustece este aserto cuando afirma que “la lectura y la escritura son dos mecanismos independientes”, lo que contradice la enseñanza tradicional al respecto.
La lectura en el cerebro, en su ruta neurológica, es independiente de de la escritura en el cerebro. El camino de la lectura a través del cerebro, se inicia con la VISIÓN DE LAS LETRAS dirigidas al lóbulo occipital. Allí se identifican las letras encadenadas con la activación del área formada por la frontera temporo-occipital inferior ventral izquierda o área de asociación, especializada en las palabras escritas, llamada también “caja de letras”. Luego, la información es dirigida al giro o circunvolución temporal superior izquierdo para la conversión de las letras en sonido y, finalmente, al giro o circunvolución temporal medial izquierdo para decodificar el significado. En esto consiste la lectura.
Esta es una versión suprasimplificada del proceso de la lectura en el cerebro. La miríada de neuronas que participan y la altísima complejidad del proceso neurofisiológico que permite esta actividad cotidiana que se convierte en rutinaria en los lectores diestros es inimaginable. Cinco zonas del cerebro convierten las LETRAS en SONIDOS y esos SONIDOS son convertidos en SIGNIFICADOS por otras cinco zonas diferentes.

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