En esta entrega me permito, con la venia de mis amables lectores, comentarles el libro «El cerebro moral» de la autoría de la filósofa y neurocientista la Dra. Patricia S. Churchland. Este es uno de esos libros que hay que leer más de una vez para poder aprovechar la plenitud de su esencia. Pero para mí fue muy grato, en razón de que ella es una de las pioneras de la Neurofilosofía, el gran disfrute fue tal vez por la afinidad de que ambos estudiamos en Inglaterra o de que como bien saben mis lectores, me gusta «filosofar». El término «neuro» se usa en la actualidad para múltiples disciplinas están: la neuro-política, la neuro-publicidad, el neuro-mercadeo, la neuroeducación, etc. Es que las neurociencias han invadido numerosos campos del saber humano. ¿Cómo no filosofar con las teorías de Hawkins que son asombrosas e inquietantes: una máquina capaz de operar del mismo modo que nuestro cerebro… ¿Se parecería al terrible ordenador, Hal, que Stanley Kubrik imaginó para 2001, una Odisea del espacio?
Sabemos que la neurociencia tiene el atractivo médico, científico y tecnológico, pero combinarlo con la filosofía no es tan fácil. Si vemos una definición muy simplista de la filosofía: conjunto de reflexiones sobre las propiedades, las causas y los efectos de las cosas naturales, especialmente sobre el hombre y el universo, elaborados por los razonamientos de un pensador. Por otro lado, el resumen de lo que es la neurociencia: es cada una de las ciencias que, desde diversos puntos de vista estudian el sistema nervioso del ser humano. La preocupación de muchos de los grandes filósofos de la humanidad ha sido siempre sobre el funcionamiento del cerebro, de los aspectos que tienen que ver con la conciencia y la naturaleza del conocimiento. Se entiende que si se llegara a entender plenamente el funcionamiento del cerebro, conseguiremos entender la naturaleza del conocimiento, la memoria, la conducta, el aprendizaje y la conciencia. Si decimos la mente es el cerebro, sería como decir la visión es solo una función del cerebro. Hoy estamos en una situación similar en la que estaba Aristóteles con respecto a la naturaleza del movimiento.
Puede leer: El olfato, un aroma a distinguirlas
Se trata de concebir nuestra mente y no solo nuestro cuerpo como producto de la evolución. Pero ¿qué es en realidad la evolución? Llamamos evolución al conjunto de cambios que se producen como consecuencia de la selección natural; y la selección natural no es sino la selección de aquellos genes que proporcionan un comportamiento más adecuado al entorno en el que se vive. Por tanto, la interacción genes-entorno es la clave, y también el centro de un debate importante para aclarar ese desarrollo de proteínas y moléculas que al final es la vida humana, de acuerdo al fenecido y talentoso amigo Eduardo Punset.
En verdad que no hemos olvidado las bases neurobiológicas de las funciones psicológicas. Si vemos una neurona al microscopio, ¿Cómo podemos determinar que esa neurona tiene que ver con el amor, la audición, el gusto, etc.? Es importante destacar que la forma en que entendemos la naturaleza humana: tal vez sea esta una de las primeras lecciones que debamos «desaprender». Tres décadas de progreso en neurociencia, biología evolutiva y psicología cognitiva nos ofrecen las herramientas para conseguirlo. La convergencia de estas tres disciplinas proporciona una nueva forma de entender la piscología: se trata de una nueva forma de analizar el cerebro, la mente y el comportamiento que está cambiando la manera en la que los científicos abordan las cuestiones de siempre y plantean nuevas preguntas. Hablamos de psicología evolucionista. Ella, Patricia, reconoce que la mente no es una entidad especial. La mente no es más que el cerebro.
Es una cuestión abierta a mucha discusión. No creo que el descubrimiento del funcionamiento del cerebro vaya a decirnos de inmediato cuál es el sistema moral de vida más apropiado en el futuro. Aún tendremos que razonar mucho juntos y tomar una decisión sobre qué hacer con ese conocimiento sobre el órgano rector. Les deseo tengan todos un feliz sábado, y que el mismo incluya el maravilloso ejercicio de «filosofar».