Neurólogo convocante

Neurólogo convocante

El eminente neurólogo y dilecto amigo José Silié Ruiz dedicó su columna en este HOY acogedor a la violencia y a la criminalidad. Solicita a un grupo de articulistas, con distintos quehaceres, continuar con el tema. Recrea a Lombroso e insinúa que la neurología tendrá respuestas que el Código Penal no tiene. Mientras llegue el momento, aplicarlo sería un respiro porque el esnobismo institucional no ha resuelto nada. El cacareo de novedades procesales deja sin espacio la ganzúa y excluye a las élites que redactan su inmunidad. Desfase entre realidad penal e intento de emular a Zaffaroni.

Es una tentación y tentar es tan humano como errar. El neurólogo y sibarita sabe que la provocación será acatada. Pero que no se entusiasme, es desafío para citar, recurrir a la mnemotecnia, decir ya dije, decir otra vez. Vale un resumen con lo escrito, durante más de treinta años, por cada una de las personas convocadas. El compendio ratificaría la impotencia.

En el año 1999, hubo alharaca. Grande fue el afán. Homilías, comunicados, declaraciones, artículos, editoriales. Se sucedían las convocatorias para la discusión y la conferencia. Los representantes más conspicuos de la nación descubrían la inseguridad ciudadana, la violencia. Se enteraban del crimen y del delito. El protagonismo nacional bramaba. Tenía miedo o estaba preocupado. Antes de pedir soluciones colectivas, buscaban presurosos la protección de los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional. Instituciones que utilizan con la misma frecuencia que denuestan, como ocurre con los integrantes del Poder Judicial y del Ministerio Público.

Gracias al compadrazgo, a la afinidad comercial o deportiva, con algún capitán, coronel o general, conseguían subalternos para su defensa. Los menos tacaños recurrían a las empresas de vigilantes para asegurar vida y patrimonio.

El archi famoso formulario 25, armó familias. Pontífices de la ética exhibían arsenales, garantizados por la proverbial lenidad criolla. La actitud convertía a esos protagonistas en manganzones oportunistas. Gritaban “mano dura”. Abusaban de su credibilidad y arraigo y olvidaban ayeres, causas y consecuencias. Entonces se inventaron las olas de violencia. Así como hay sequía, tiempo de huracanes y de amapolas, decidieron hablar de “olas”, para no ver ni actuar, para no comenzar a aplicar las leyes y evitar y sancionar comportamientos delictuales.

Como si el país no hubiera existido antes, como si el colectivo infractor surgiera de la nada. Querían connacionales sin entorno, sin un glosario previo de violencia, impunidad, abuso y exceso privado y público. Sin generaciones criadas con el pescozón y el incesto, con la macana atrás, la indiferencia y la hipocresía. Signadas por el ná es ná y la desigualdad.

En esa época el desorden era atribuido a los “dominican york”. Las estadísticas desmintieron el hallazgo. Había 15,000 personas privadas de libertad- 0.19% de la población-. La mayoría por violación a la Ley 50-88. La Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD- organizó “El Foro Nacional Contra La Violencia”. Una de las conclusiones reza: la violencia es el resultado de una combinación de factores: falta de oportunidades asociadas a la pobreza, desempleo, consumismo, expectativas difíciles de alcanzar por medio legítimos, transculturación, desarrollo de modelos de conducta agresiva como forma de solucionar problemas, insensibilización hacia la violencia que producen los medios de comunicación, impunidad, el tratamiento diferencial de la justicia según las clases sociales, ineficiencia del sistema penitenciario para garantizar la reinserción constructiva de los infractores en la sociedad. Crisis de valores, inestabilidad familiar, la debilidad de las instituciones sociales, el consumo de drogas.” (Foro Nacional sobre la Violencia. UASD, página 106)

Quince años después, el texto es válido. Coincide con el resultado del Informe Regional de Desarrollo Humano: Seguridad Ciudadana con Rostro Humano: Diagnóstico y Propuesta para América Latina. Faltaría incluir el “delito aspiracional” que menciona la investigación. Si las autoridades y la ciudadanía, persisten y no acatan sugerencias. Si se posterga la transformación del aparato represivo del Estado, “las olas” ahogarán intenciones y convocatorias.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas