Neutralizar el carbono está de moda

Neutralizar el carbono está de moda

Por ANDREW C. REVKIN.
NUEVA YORK
— La fiebre por seguir una dieta de carbono, aunque sea por sustitución, está desatada.

Además de las celebridades — Leo, Brad, George —, políticos como John Edwards y Hillary Clinton están ahora llevando a cabo, al menos parte del tiempo, campañas de neutralización del carbono. Una larga lista de grandes empresas — bancos internacionales, flotillas de taxis de Londres, aerolíneas lujosas — también claman su “neutralidad hacia el carbono”. Silverjet, una nueva operadora transaltántica de lujo, se presenta como la primera aerolínea totalmente neutral ante el carbono. Deposita alrededor de 28 dólares de cada boleto de viaje redondo en un fondo para proyectos globales que, en teoría, suprime tanto bióxido de carbono como el que genera la aerolínea; unas 1.2 toneladas por pasajero, dice la aerolínea.

También, ha surgido una industria de reducción de carbono en gran medida no regulada. En este mercado, consultores o compañías estiman la producción de una persona o una empresa de gases de invernadero. Luego, estas empresas venden “compensaciones”, que pagan los proyectos otras partes que evitan o absorben una cantidad igual de emisiones; digamos, sembrando árboles o, como propone una nueva compañía, fertilizando el océano para que las algas puedan atraer el gas del aire. Recientes recuentos de la revista Business Week y varios grupos de vigilancia ambiental estiman el comercio en compensaciones en más de 100 millones de dólares anuales y está creciendo asombrosamente rápido.

¿Pero el movimiento de neutralización del carbono es sólo un truco?

Sobre esto, los ecologistas no son neutrales, y no están de acuerdo. Algunos creen que ayuda a forjar apoyo, pero otros argumentan que estas compras no logran nada significativo; aparte de hacer que alguien se sienta ligeramente mejor (o darle una reputación de más ecologista) después de comprar una casa enorme o superar la marca del millón de millas en un programa de viajero frecuente. De hecho, para muchos ecologistas, la campaña de neutralización del carbono es un signo de los tiempos: fácil en el sacrificio y grande en el consumismo.

En tanto el uso de combustibles fósiles siga creciendo — lo cual esstá sucediendo implacablemente en todo el mundo — la emisión de gases de invernadero seguira aumentando. El estadounidense promedio, según varias estimaciones, genera más de 20 toneladas de bióxido de carbono o gases relacionados al año; el residente promedio del planeta unas 4.5 toneladas.

A este ritmo, dicen los ecologistas, comprar las emisiones suprimidas de alguien más es casi insignificante.

“Los peorres de los programas de compensación de carbono se asemejan a la venta de indulgencias de la Iglesia Católica antes de la Reforma”, dijo Denis Hayes, presidente de Bullitt Foundation, un grupo forjador de concesiones ambientales. “En vez de reducir sus huellas de carbono, la gente toma jets privados y limusinas extendidas, y luego piesa que puede comprar una indulgencia que perdone sus pecados”.

“Todo este juego necesita desesperadamente de un Martín Lutero moderno”, añadió Hayes.

Algunos activistas ambientales defienden este mercado como una forma legítima, aunque imperfecta de apoyar a una ética ambintal y movimiento político , aun cuando los números no cuadren.

“No podemos detener el calentamiento global con compensaciones voluntarias, pero ofrecen una opción a los individuos que buscan una forma de contribuir a la solución además de reducir sus propias emisiones y exhortar a sus representates electos de apoyar una buena política”, dijo Daniel A. Lashof, director de ciencias del centro climático del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales.

Pero él y otros coinciden en que se necesita más supervisión. Los estándares y códigos de conducta voluntarios están evolucionando en Europa y Estados Unidos para asegurar que una tonelada de bióxido de carbono comprado realmente sea una tonelada de bióxido de carbono evitado.

El primer intento de una reporte de calificaciones de la industria, comisionado por el grupo ambiental Clean Air/Cool Planet (que tiene cierto involucramiento en el negocio), dio críticas decididamente mixtas al campo, seleccionando a ocho vendedores de compensaciones de carbono a los que consideró como razonablemente confiables.

Pero el informe, “Una Guía del Consumidor sobre Proveedores de Compensaciones de Carbono al Menudeo”, concluyó que este mercado no era diferente de cualquier otro, diciendo que “si algo suena demasiado bueno para ser cierto, probablemente lo es”.

Los precios varían ampliamente para compensar el tonelake de bióxido de carbono liberado por el vuelo de un gran avión, un vehículo utilitario o una casa hambrienta de energía. El informe sugirió que las compensaciones más baratas quizá no sean legítimas.

Por ejemplo, dependiendo de dónde compre créditos de carbono, evitar la tonelada de bióxido de carbono liberada por conducir un auto mediano unos 3,200 kilómetros costaría entre 5 y 25 dólares, según datos del informe.

Hayes dijo que había compañías y organizaciones legítimas que ayudan a la gente y las compañías miden sus emisiones y encuentran formas de recortarlas, directa e indirectamente comprando ciertos tipos de créditos. Pero en general, dijo, una inversión en esos créditos — dadas las dudas sobre su confiabilidad — debería ser vista más como caridad convencional (suponiendo que verifique para asegurarse de que los proyectos sean reales) y menos como algo como una licencia para darse el lujo de viajar en jet privado.

En muchas formas, la campaña de neutralización del carbono imita otros esfuerzos que usan los mercados para salvar al medio ambiente. Durante casi dos décadas, por ejemplo, los grupos de protección de bosques han disputado los méritos de la madera tropical “certificada” y otros productos que los manufactureros afirman son cosechados en formas que no ponen en peligro a bosques vírgenes.

Algunos ecologistas dicen que es mejor ofrecer algún ingreso a quienes usan los bosques en forma renovable. Pero otros insisten en que en vez de tratar de vigilar el comercio erradicando nuestros tablones fraudulentos, es mejor evitar la tala. Sólo uno de muchos programas de certificación de bosques, operado por Forest Stewardship Council, ha sido ampliamente apoyado por grupos ecologistas.

Michael R. Solomon, autor de “Consumer Behavior: Buying, Having and Being” (Conducta del Consumidor: Comprar, Tener y Ser) y profesor de la Universidad de Auburn, dijo que no le sorprendía el atractivo del mercado de compensaciones de carbono.

“Los consumidores siempre van a gravitar hacia una solución más parsimoniosa que requiera un cambio menos conductual”, dijo. “Sabemos que nuevos productos o ideas tienen más probabilidad de ser adoptados si no requieren que alteremos mucho nuestras rutinas”.

Pero dijo que había peligro por delante “si llegamos a ser entrenados para sustituir dólares por hechos, el tipo de receta ‘lo di en la oficina’ para el medio ambiente”.

Charles Komanoff, economista de energía en Nueva York, dijo que el mercado comercial en la neutralidad climática pudiera tener efectos incluso más dañinos.

Pudiera, sugiriendo que haya una salida fácil, adormecer el apoyo público para lo que realmente es necesario a largo plazo, dijo: un límite obligatorio a las emisiones o un impuesto sobre los combustibles que generan los gases de invernadero.

“No hay un solo hogar estadounidense por encima de la línea de pobreza que no pudiera recortar su bióxido de carbono en al menos 25 por ciento en seis meses a través de una serie de medidas bastante simples y efectivas en costos”, dijo.

Jonathan Shopley, director ejecutivo de CarbonNeutral Co. de Gran Bretaña, que hace sólo 5 por ciento de su compensación directamente para individuos y el resto para empresas, insistió en que los mercados voluntarios llenan un hueco vital.

Esto es particularmente cierto, dijo, porque las leyes o tratados, como el Protocolo de Kioto, que tienen límites obligatorios sobre los gases de invernadero hasta ahora han fallado en frenar el implacable aumento global en esas emisiones.

“Eso no va a llevarnos a donde necesitamos ir”, dijo Shopley.

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