¡Ni consentimiento moral ni legitimidad!

¡Ni consentimiento moral ni legitimidad!

Hay dos cuestiones que es importante resaltar a partir de la realización de la pasada huelga general y de las principales expresiones posteriores a la misma.

Primera: constituyó una inmensa expresión del descontento que se anida en una parte fundamental del pueblo dominicano con las expresiones más visibles y urticantes de la política económica aplicada por el gobierno. Y segunda: la gran mayoría de esa gran porción del pueblo dominicano que expresó su descontento a través de la pasada huelga: ¡No sabe hacia dónde va!

Hay una importante porción del pueblo, principalmente en los distintos segmentos de las clases medias, que está convencida de que «votando en mayo contra Hipólito» las cosas van a mejorar sustancialmente. Otra porción va a «votar contra Hipólito», sencillamente como expresión de rabia e impotencia. «¡Aunque venga el Diablo!» Pero el sentimiento más generalizad es de incertidumbre, de importancia y de rabia. Los tres mezclados en una forma muy preocupante. ¿Se acuerdan de la euforia creciente que se expresaba en los años anteriores a las elecciones presidenciales de 1978? ¿Se acuerdan de que, a medida que se acercaba el 16 de mayo de 1978, se hacía cada vez más seguro que Balaguer iba a ser barrido y que ello insuflaba una sensación de euforia, de confianza y determinación en la parte más avanzada del pueblo dominicano, que veía acercarse el fin de aquel infierno?

En la actualidad existe más rabia y mayores frustraciones, pero la gente sabe que el 16 de mayo del 2004 no representa un viraje en el camino hacia el despeñadero. La gente sabe que la cosa no es igual. La gente conoce a los «tres partidos» y a sus «candidatos». La gente sabe que hay un poder «invisible» que impone a los gobiernos lo que le conviene. La gente sabe que no hay esperanza y soluciones a la vista. Intuye que los problemas no se resuelven con un cambio de nombre, mucho más cuando ya «ese nombre» es bien conocido. ¡Entonces! La obligación de revolucionarios, patriotas y gente avanzada del país, es saber que la crisis más grande que vive nuestro país es «la crisis de alternativas», y que todas estas fuerzas y energías que se están desatando y se seguirán desatando, deben ser utilizadas para «aguzar el entendimiento» y acelerar el paso hacia el enfrentamiento de esa «crisis de alternativas» que se abate sobre la nación.

Lo primero es entender que no estamos necesariamente obligados a «apoyar a una u otra» de las ofertas. Entender que «negarle nuestro consentimiento» a los gobernantes y a quienes aspiran a sustituirlo, podría ser el camino para acelerar la construcción de una alternativa. Que el pueblo tiene derecho a decir con fuerza que «no le damos derecho ni legitimidad para que nos sigan dirigiendo» (a los que están arriba y a los que aspiran a quitarlo) es una actitud, no sólo correcta, sino que tiene muchos antecedentes en la larga historia de este gran pueblo que es el dominicano.

Hay que aprovechar esta inmensa fragua en que se está convirtiendo la República Dominicana para romper mitos y «legitimidades» impuestas por el monopolio de los mecanismos de creación de opinión pública con que cuentan los dueños del país. Los ejes comunes que pueden unir a una gran mayoría del pueblo dominicano (de los sectores populares, las clases medias y los productos nacionales) andan cogidos de la mano de actitudes políticas como la de «negarles nuestro consentimiento y la legitimidad para dirigirnos» y actitudes programáticas como la de: control de las divisas por los organismos del gobierno, sustitución radical del sistema de impuestos, para que los que más reciben paguen lo justo, y para que el pueblo y los productores reciban, en servicios de salud, educación y otros, y a través de un masivo apoyo a la producción nacional, parte de la Renta Nacional, que hoy se la cogen los dueños del país. Cogidos de la mano también de actitudes programáticas como la de volver a controlar la expatriación de escandalosos dividendos de las empresas extranjeras, y muchos otros mitos que hay que romper.

¿Cuáles son las «más de mil empresas» que «fueron inducidas a endeudarse en dólares desde 1996» (7,000 millones de dólares) a que se refirió el superintendente de Bancos, Julio Cross? Otra pregunta: ¿Por qué no le exigimos al gobierno que publique la lista de las personas que pagan el Impuesto Sobre la Renta y la lista de las «ganancias» declaradas por la totalidad de las empresas del país? ¿Y la lista de quiénes están comprando los dólares y el monto? Romper el mito de que hay propuestas y temas «intocables», es una actitud correcta. Enlistar estos temas y airearlos ante la opinión pública, también.

Lo que quiero decir es que es muy reconfortante que el pueblo se exprese como lo hizo, pero que tenemos que afinar la puntería para que todos nuestros esfuerzos y los esfuerzos del gran pueblo, forjen soluciones reales a la «crisis de alternativas» y a la insondable crisis económica a donde nos han precipitado.

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