Ni los muertos descansan en Paz

Ni los muertos descansan en Paz

POR SORANGE BATISTA
El abandono, los asaltos y el robo hasta de los candados que protegen las capillas  han pasado a ser fijos en el Cementerio Nacional de la Máximo Gómez, donde muchos dolientes tienen que valerse de machetes y mochas para poder abrirse paso entre la maleza y la basura que llega a cubrir por completo algunas tumbas.

Residentes en los alrededores  aseguran que en las noches es normal ver a los llamados ‘piperos’ (jóvenes que consumen marihuana) saltar con facilidad las paredes que bordean el camposanto cargando con puertas, candados, floreros, maceteros y cualquier otra cosa que les puede reportar dinero.

“Yo no vengo sola y hasta cuando traigo a estos niños me atemorizo porque sé que aquí atracan…la tumba de mi mamá está limpia porque nosotros pagamos”,  afirmó Eduviges Céspedes al llevar flores a la tumba de su progenitora.

 Aunque en las entradas principales medianamente se percibe higiene y orden, a lo interior de las parcelas el abandono es absoluto, y lo peor es que las autoridades del cementerio no dicen nada.

Reporteros de este diario hicieron esfuerzos por conversar con el administrador Víctor Sosa y con el encargado de los cementerios del Distrito Nacional, Alejandro Javier y ambos dijeron que no sabían si debían dar declaraciones.

Mientras, la señora María  Disla, quien lleva 42 años viviendo justo al frente del camposanto asegura que allí, donde reposan los restos de personajes históricos como Amín Abel Hasbún y Francisco Caamaño,  “drogadictos, homosexuales y prostitutas hacen de las de ellos, sin temor a ser molestados”.

HASTA EL SABLE

En una de las últimas hazañas, desconocidos cargaron con el sable de la estatua del panteón de las Fuerzas Armadas. Albañiles del camposanto dijeron que los ladrones se llevan floreros, maceteros, portarretratos y  otras cosas, a cualquier hora del día o de la noche.

VIGILANCIA

Sólo seis policías municipales están asignados al cementerio, limitado por las avenidas Máximo Gómez y Pedro Livio Cedeño y  las calles  Américo Lugo y María Montés.

Y hace alrededor dos meses uno de ellos fue herido de bala por desconocidos en el interior del camposanto, donde el silencio de los que allí reposan se ha vuelto cómplice del  que guardan los responsables del abandono exhibido por uno de los más viejos cementerios del país.

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