Ni los unos ni los otros

Ni los unos ni los otros

El pesimismo del dominicano, más que espontáneo ha sido una imposición de los grupos económico-políticos históricamente dominantes.

El choteo político del «quítate tú para ponerme yo» ha estado gravitando de una manera determinante en la conciencia política del dominicano en las últimas cuatro décadas del siglo pasado y en los escasos años del siglo en que vivimos.

El término «reciclage», tan de moda en el lenguaje tecnopopular moderno, se expresa en forma desenfadada tanto en el reeleccionismo inmediato como en el diferido.

El «providencialismo», expresado en el «hombre necesario», el hombre único que puede enfrentar los problemas y supuestamente resolverlos, se torna predominante en una sociedad de vocación presidencialista, signada por el caciquismo y el caudillismo tradicionales.

En estos meses tremendos del cambio de mando político en el país, donde las crisis permanentes en todos los órdenes se ahondan, los llamados partidos políticos mayoritarios y sus grupos intrapartidos dominantes se manifiestan descarnadamente en una lucha sin cuartel por la vuelta o por su permanencia en el poder político.

Los dos partidos que en los últimos ocho años han hundido al país en el marasmo del caos económico-social, se acusan mutuamente del ser los causantes de la vida calamitosa que nos consume como sociedad; publican grandes espacios pagados en la prensa diaria de logros y fallas en la economía y en algunos aspectos sociales; pero los dominicanos nos preguntamos, al notar su ausencia en ese debate, lo siguiente: ¿cuál ha sido el grado de corrupción pública en ambos gobiernos?, ¿cual ha sido la real disposición para atacar este mal tan arraigado en el país?, ¿quién privatizó o regaló en mayor medida las empresas estatales y qué hizo cada uno para evitar o agudizar este mal?, ¿cuál de los gobiernos, por el deterioro de la economía, enfrentó más huelgas y movimientos de protestas, y cuántas víctimas hubo en esos acontecimientos?, ¿cuál fue el grado de autoritarismo y de violación de los derechos políticos de los ciudadanos?, ¿quiénes fueron culpables de la quiebra bancaria y cuáles fueron los beneficiarios de dádivas de los bancos quebrados?, ¿cuál es el nivel de aceptación real de la reelección en ambos partidos?, ¿cuál es la posición pública de esos partidos con respecto a la libre determinación de los pueblos y a las grandes potencias?, ¿qué ofrecerán a los electores, diferente a lo que ofrecieron hace ocho y cuatro años y no cumplieron ni cumplirán?, ¿cuáles son sus programas de gobierno que aún no han presentado a los electores, aunque sean para embobarlos?, etc.

Estamos conscientes que el debate no irá, en esos partidos y grupos, por la vía supracitada porque su objetivo inmediato es el disfrute de las mieles económicas del poder, sabemos que ni los unos (los que están) ni los otros (los que quieren volver) son las mejores opciones para este pueblo que merece mejor destino, aunque sabemos que a pesar de esto, grandes grupos de electores, hasta los que públicamente fungen de árbitros, depositarán sus votos por los unos o por los otros, desgraciadamente.

Sin embargo, la fe en el porvenir de la nación está por encima de las querencias políticas partidarias interesadas.

Salvemos al país, aboguemos por opciones frescas, menos contaminadas en el ejercicio del poder político y con un alto grado de honradez y honestidad.

Los electores más conscientes y comprometidos con el bienestar general y la moral social de nuestro pueblo, debemos tener como consigna en el proceso eleccionario de estos meses, las siguientes palabras: ni los unos ni los otros; por nuevas opciones políticas.

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