Ni monos ni mariposas

Ni monos ni mariposas

Indignación, desconsuelo, rabia contenida, desconfianza, repulsión, hastío, pero sobre todo, agotamiento total de nuestra paciencia, es lo que sentimos con las inoportunas y la mayor parte de las veces «lamentables» intervenciones del primer mandatario, agrónomo Hipólito Mejía, cuando debe hacer pública una decisión que, por desgracia, lleva en su seno el estigma de la improvisación, del oportunismo, de la codicia, pero más que nada, del más grande anti valor patrio, la traición a nuestra soberanía, cuando negocia con fines viles el cercenamiento e amplias zonas de nuestros parques nacionales y áreas protegidas de flora y fauna autóctona, destruyendo de un plumazo la inviolabilidad de esos recursos que son patrimonio del pueblo dominicano.

Y sentimos ese cúmulo de sensaciones desagradables, porque vemos que nosotros, los ciudadanos de este país, la República Dominicana, no podemos hacer nada frente a una desacertada decisión gubernamental y un congreso venal que no nos representa, en donde lo que sin lugar a dudas se materializará, porque es lo obvio, es la venta al mejor postor de esas reservas forestales las cuales jamás nadie debería osar siquiera en su usufructo, al ser zonas delicado equilibrio ecológico y en donde la mano del hombre, como se ha visto en todas partes del mundo, ha infringido sus sagradas leyes, llevando la degradación medioambiental de dichos hábitats con los consiguientes problemas globales como las crecientes sequías y desertificación, además del calentamiento global producido por catastrófico efecto invernadero, que no es un invento de los ecologistas ni de los que nos sentimos realmente preocupados ante estos problemas, sino que han sido estudiados arduamente por connotados científicos y naturalistas, algunos de ellos galardonados con el premio nobel, quienes afirman categóricamente de que hay que cuidar la biodiversidad natural sobre el planeta.

El señor presidente de la República debería tener presente, y ésto lo sabe muy bien porque él es el principal responsable de todo cuanto ocurre aquí, que en un país de instituciones débiles como lo es el nuestro, no es posible la coexistencia de la preservación natural con la libre empresa (y no estamos en contra de que puedan desarrollarse empresas en ese tenor, es decir, que respeten la ecología), ya que al no ser claras las reglas de juego, como sí podría serlo con reglamentaciones que se cumplan al pié de la letra y con castigos ejemplares para los infractores (véase el caso del «rockash»), estaríamos llevando la desgracia e la parte occidental de la isla con la nuestra, que parafraseando una expresión del ex presidente Aristide, serían las dos alas de un pájaro moribundo.

El señor presidente de la República debe saber que en su gestión se han desmontado de manera indiscriminada cientos de miles de hectáreas de zonas boscosas, se han extraído de ríos miles de toneladas de materiales para la construcción con su consiguiente degradación, se les ha permitido a buques pesqueros con kilométricas redes de arrastre esquilmar nuestros litorales, a las empresas mineras envenenar nuestros ríos, traer a nuestro territorio los desperdicios de otras naciones convirtiéndonos en basurero, destruir las áreas verdes de la ciudad para su posterior venta, en fin, se han hecho méritos suficientes para convertir a nuestra bella y digna tierra en un semi desierto que costará muchos decenios reconstruir debido a la rapacidad de muchos funcionarios y legisladores, pero principalmente, por la irresponsabilidad y la falta de discernimiento de quien maneja los destinos de la nación.

Al Señor Presidente se le olvida, y ésto lo decimos con el mayor respeto a su alta investidura, que cuando se hacen chanzas y se bromea de manera desparpajada con todo, principalmente con algo tan esencial como lo es el medio ambiente y la biodiversidad, calificando a todos los que estamos preocupados con esta ley que cerca a los parques nacionales para comercializar su uso, de estar pendientes a un matorral en donde hay «un mano y un par de mariposas», de que si él ostenta ese «carguito» no es para destruir el país ni enajenarlo tal como lo han hecho con tanto primor su equipo de funcionarios, sino para preservar a las generaciones que nos relevarán, un patrimonio que ha costado tanta sangre y sacrificios de dominicanos que nunca pensaron en su provecho personal.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas