Ni puedo ni quiero apoyar a nadie

Ni puedo ni quiero apoyar a nadie

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Ver su rostro aquella tarde me partió el alma. A través de una plancha de zinc, con una mirada tierna y desamparada, él dejaba que su imaginación volara al compás de las hojas de los árboles que se movían en el patio que estaba a escasos metros de su maltrecha butaca.

Quizás no quería pensar en el calor. Tal vez deseaba abstraerse de su realidad. De cualquiera manera, lo cierto es que era poco el caso que ese niño le hacía a su maestra, quien se desgañitaba para intentar conseguir que alguien le prestara atención.

Escenas como esa, que tuvo lugar en la hoy desahuciada Escuela de Sabana Toro (que deberá ser derribada porque fue mal construida), fueron parte de muchos de mis días mientras me dediqué a escribir sobre educación.

Aunque duras, por aquello de ver cómo los niños van a las escuelas a hacer cualquier cosa menos estudiar porque no tienen un lugar adecuado para ello, denunciar ese tipo de situación no sólo sirvió para mostrar la realidad del sistema educativo tal como es sino que fue el puente para resolver los problemas que enfrentaban muchos centros escolares.

Ha sido en esos momentos en los que he sentido que el dedicarme a una carrera de muchos sacrificios y pocas recompensas ha valido la pena. Y es que, a pesar de que en sobradas ocasiones nos ganamos la animadversión de los funcionarios que entienden que lo que buscamos es molestarlos, el objetivo la mayoría de los periodistas no es más que ser la voz de los que lo necesitan.

Por ese motivo me ha molestado sobremanera saber que mi nombre esté vinculado a la propaganda política de Miguel Vargas Maldonado, quien utiliza una de las tantas noticias que he escrito para validar su promesa electoral.

Amén de que cuando escribí aquel trabajo en el que se dan las cifras del desempleo lo hice con la única intención de alertar a los entendidos en la materia sobre esa problemática para buscarle alguna solución, lo que de verdad me ha alterado es que haya quien asuma que milito en el PRD y hasta insinúen que me pagaron por ese comercial.

Sin dejar de lado que soy periodista y que por tanto no está dentro de mis posibilidades militar en ningún partido, quiero aclarar que ni apoyo a Vargas Maldonado ni al presidente Leonel Fernández ni a Amable Aristy Castro: estoy con el pueblo, ese al que defendemos desde los medios de comunicación y ese al que todos ellos, los políticos del patio, han defraudado desde tiempos inmemoriales.

Aclarado este punto, me gustaría solicitar a quienes hacen las campañas de los políticos que utilicen otras maneras de promocionarlos porque a nosotros, los periodistas, no nos sienta bien que usen nuestros nombres para eso. ¿Quieren ilustrar a la gente con noticias? Usen el titular, o la información, pero quiten las firmas.

Tal vez muchos entiendan que sin las firmas no se sustenta la propaganda. En ese caso sería oportuno que antes de usar una información al menos les pidieran permiso a los directores de los medios de comunicación.

No sé, por aquello de los derechos de autor, hasta qué punto es lícito usar las noticias sin previa autorización. Lo que sí sé es que a nadie le agrada saber que es parte de una campaña en la que jamás ha querido estar.

Por eso me encantaría que hicieran algo mejor que mostrar nuestras noticias y dar forma a sus campañas sirviéndose de ellas: sentarse a trabajar en un programa de gobierno que puedan usar para resolver los principales males del país. Eso es lo que queremos ver y oír: cuáles son sus fórmulas, si es que las tienen, para salir de este atolladero. Con culpas y justificaciones, que sólo sirven para calificar y descalificar según el gusto, no lograrán convencernos.

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