“Ni Rendición ni Reflexión”

“Ni Rendición ni Reflexión”

Manuel Cruz

Desde el mismo instante en que nos olvidamos que la política es una ciencia social y no exacta; entramos en conflicto con la realidad. Toda vez, que esperamos encontrar en nuestros análisis un diagnostico en blanco o en negro (Bueno o Malo). Sin embargo, la misma condición de ciencia social implica que la política debe ser objeto de una profundización más compleja y reflexiva, alejados de sesgos y de presupuestos de cortes axiológicos. Pues en su defecto, estaríamos visualizando el escenario con resentimiento y, obnubilando y afectando nuestro criterio frente a otro interlocutor; como sentenció el gran escritor Mario Puzo.

Desde esa perspectiva, el ejercicio de la política vernácula debe ser analizada desde una amplia gama de colores y, sin esperar que la subjetividad del análisis quiera transformar su campo de acción; radiografiando el mundo en el que nosotros quisiéramos vivir. En ese sentido, si dejáramos de querer adjudicarle valores absolutos a la política, no olvidaríamos que un presidente no es un genio que salió de una lámpara y peor aún; jamás olvidaríamos que esa persona también es un político. Por consiguiente, éste siempre actuará y nadará en la dirección de aquello que sea políticamente para él más conveniente.

Cero Rendición de Cuentas.

En el decimonónico sistema político e institucional que impera en el país, al margen de que existe un mandato taxativo sobre la rendición de cuentas; prescrito en el art. 128 inciso 2 literal F de nuestra constitución. No menos cierto es, que en la praxis nunca ha existido en República Dominicana la rendición de cuentas; en virtud de que, como establece su mismo nombre ésta debe presuponer una interpelación y una fiscalización de los recursos que fueron utilizados por parte de los legisladores. Empero, en el país solo existe un informe de ejecución presupuestaria que jamás puede considerarse una rendición de cuentas.

De igual forma, en toda parte del mundo el escenario de un parlamento es un espacio solemne; por ser el primer y más importante poder del Estado. Por tal razón, tener que presenciar a los legisladores cuya función principal es representar al pueblo, limitados aplaudir y ovacionar a un presidente X, ignorando la concepción indisoluble de su cargo (Peso y Contrapeso) y, también tener que digerir el dispendio de recursos, la cualquierización y arrabalización del día de la independencia por áulicos y liliputienses cerebrales, que van a destilar ignorancia vociferando divinidades a presidentes que no saben ni sus seudónimos; es el equivalente a tener una disentería intestinal generada por una úlcera.

Ausencia de Categorías Pensantes.

Hace un tiempo, el ex presidente Leonel Fernández externó un irrefutable comentario, de esos que son secretos a voces; pero, de los que en política y sobre todo en una oclocracia como la nuestra nunca se deben decir. Él dijo, “el dominicano no conceptualiza”. Esa exégesis psicosocial del pueblo manifestada por Fernández, se quedaría corta si la comparamos con la forma en que la llamada clase política y el pueblo que disiente de los presidentes critica sus discursos. La misma, es tan virulenta, sesgada, irreflexiva y parcializada que sus análisis nos restriegan en la cara que salvo honrosas excepciones; somos un pueblo en 5to de primaria y, que su dirigencia política solo ha leído el libro nacho.

En consecuencia, vivimos constantemente confundiendo el análisis con la crítica, el desahogo con la valoración y las propuestas con la infalibilidad. Por ello, genera reumatismo y seborrea ver que la cosmovisión del debate de la política en el país está limitada a las siglas o al color de un partido. Asimismo, ver que las palabras gobernanza, concertación y reflexión no han llegado a sus diccionarios y, que en esencia; su coeficiente intelectual es tan minúsculo como el de la gran mayoría de los mismos ciudadanos que ellos quieren dirigir. Con el agravante, de que tienen el síndrome de hybris ya que los únicos que están equivocados; son quienes piensan diferentes a ellos.

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