Ni rol ni rock & roll

Ni rol ni rock & roll

Claudia Rita Abreu

La sensación de sentirse fuera de lugar en esta sociedad crece, porque ya el orden al que estábamos acostumbrados ha cambiado de una forma tan drástica, que conlleva una serie de factores en los que deberíamos ponerle mayor atención, ya que la masificación de todo abruma.

La no discriminación y la gama de nuevas oportunidades de crecimiento de la población, aminorando desigualdades y consolidando una clase media, debería de ser el camino al correcto desarrollo de nuestro país, como ha pasado en otras comunidades internacionales. Sin embargo, los resultados merecen todo nuestro cuestionamiento y preocupación.

Creo que el tiempo no jugó a nuestro favor, porque nos llegó todo de golpe gracias al internet, los dispositivos móviles y su impacto acelerado en tantas cosas, sin tener una base educativa y cultural suficientemente fuerte que nos permitiera provocar un mejor resultado en los “beneficios” que trajo el paquete: ya no se necesita una disquera para grabar una canción y ya no es necesario sacar un álbum completo, si no, que los singles tienen donde sonar y pasan del Spotify a la radio tradicional. Toda persona conectada puede tener un canal de Youtube, y desarrollar cualquier interacción mediante las demás redes masivas (Instagram, Facebook, TikTok) que terminan siendo la fuente de información de los periodistas formados, entonces, tenemos ahora este monstruo invisible articulando a esta masa social, que nos cuesta descifrar y que no conocemos el orden por donde se rigen (Cisnes Negros). Un Cisne Negro, -según Nassin Taleb- es un suceso improbable, con consecuencias importantes, que sus explicaciones a posteriori no tienen en cuenta el azar y solo buscan encajar lo imprevisible en un modelo “supuestamente perfecto”.  

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Los roles de la oligarquía, los/las políticos/as y comunicadores tradicionales no fueron vencidos por ninguna lucha social con una causa reivindicatoria de derechos y ni por la democratización de espacios con objetivos románticos y sentimiento de hacer justicia. Lo que hoy tenemos es el resultado de un medio que nos conectó fácilmente y que tanto la creatividad humana de algunos emprendedores con éxito, en conjunto con la tendencia natural de los y las usuarias, fue dictando el camino para desarrollar un nuevo modelo de hacer negocios y de llevar todo lo análogo a lo digital, y después de ahí, a las plataformas en la nube; en fin un orden aleatorio, no planificado, no previsto, ni mesurado por un organismo de dirección social o individual.

En consecuencia, por ser un país que no resuelve sus temas más básicos de manera medianamente satisfactoria y recibe, en igualdad de condiciones, todas estas novedades y nueva manera de segmentar a las personas por sus gustos y preferencias, hoy no nos conocemos. Es el efecto de asimilar los Cisnes Negros sin ninguna base de criticismo convincente. 

Los algoritmos de las plataformas sociales que ocupan parte de tu vida, te alejan de las personas que conoces en la vida real y te acercan a otras que sencillamente le dan “me gusta” al mismo video que te encontraste. 

¡Tanta información y menos sabemos!

Porque en esos espacios que se liberaron, se ha colado mucha incertidumbre y no se ha trabajado cómo se debe en regulaciones, marcos comunes o reglas del juego que protejan nuestra integridad. 

Nuestros datos pertenecen a empresarios de países en estados más elevados del desarrollo socioeconómico. Esa información puede ser y es usada en contra de nuestro fortalecimiento vivencial o simplemente contribuye a deteriorar de una forma más eficiente la mecánica social en sentido amplio, incluyendo incidir en algunos aspectos que impiden un ejercicio más democrático en países como el nuestro. 

Nos exponemos tajantemente a un deterioro social, que nada tiene que ver con una a evolución promovida por un arte comprometido con la búsqueda de un estado de la cosa social de mayor bienestar para las mayorías.

Nuestra habitual cotidianidad social, como sentir la lluvia, el sol, el mar, la risa, el llanto, la pobreza, el desempleo, la nostalgia, el abuso policial, el costo de la vida, el perdón, la familia, las amistades, la vida laboral, etc. ahora inspiran cada vez menos canciones, y aunque del sexo, la violencia y las drogas siempre se ha manifestado en el arte, ahora es lo único que importa y me preocupa, sobre todo, la falta de creatividad y rigor en su producción.

Y mientras seguimos observando y re-inventando nuestro nuevo rol, no puedo negar que mi refugio musical sigue siendo el Rock & Roll.