Ni Saddam ni tropas USA

Ni Saddam ni tropas USA

La intervención norteamericana en Irak es un retroceso para la humanidad, por cuanto más que el derrocamiento de Saddam Hussein, es con el macabro propósito de cambiar el actual mapa árabe por un reordenamiento geopolítico que obedezca a los intereses imperialistas y de dominio mundial unipolar, lo que significa el desmantelamiento del Estado iraquí en diferentes naciones compuestas por las diferentes etnias que se desarrollaron como una de las primeras civilizaciones a orillas de los fértiles ríos Eufrates y Tigris.

Todas las fustificaciones que esgrimieron las actuales autoridades asentadas a la orilla del Potomac, en Washington, para tan nefasta intervención militar imperialista se han ido cayendo como un castillo de naipe y sin argumentaciones políticas, diplomáticas o legales el país de las barras y las estrellas se desenmascara echando mano a su elemento de dominio de los países más débiles: el garrote imperialista.

El elemento fundamental para la invasión militar a Irak era que Hussein estaba fabricando armas de destrucción masivas, como armas nucleares, químicas y biológicas, a pesar del reiterado desmentido de la Comisión Internacional sobre Armas de Destrucción Masivas de las Naciones Unidas (ONU), que presidía el investigador sueco Hans Blix, que en diversas visitas a Irak, luego de haber peinado todo el territorio, sin dejar de remover piedra por piedra, determinó no haber hallado rastro de armas de destrucción masivas ni laboratorio alguno donde se pudieran fabricar.

A pesar de este argumento de tanta validez internacional de un organismo de la ONU, los Estados Unidos, a pesar de las protestas en contra de la humanidad, violando todas las leyes internacionales, invaden a Irak, declarando una guerra unilateral a un pequeño país.

También los jefes militares norteamericanos responsables de la intervención, luego de buscar con la ayuda de sus cientos de miles de soldados propios y aliados, con sus agentes especiales de inteligencia -CIA, FBI-, sus satélites rastreadores colocados en el espacio exterior, sus sofisticados aviones con cámaras ultrasensibles, y hasta sus calieses mercenarios criollos, tienen que desgarrarse el velo ante la comunidad internacional, y admitir forzosamente lo que antes había dicho la Comisión de la ONU. Ahora, con Saddan Hussein preso, es quien se encarga de decirles a sus interrogadores en la misma cara que no, que su régimen no había almacenado armas de destrucción masivas ni que mantuviese vínculos con la red terrorista Al-Aada.

Ya Saddan destruido como dictador y preso (uno de los motivos para la intervención militar), sin encontrarse armas o laboratorio alguno de fabricación de estas terroríficas armas de destrucción masivas (otro de los argumentos para la osadía militar internacional de Bush Junior) lo que indicaba la lógica, a ojo de buen cubero, es que colorín colorado este cuento ha terminado… y retirar las tropas que pisotean la dignidad del pueblo iraquí.

Pero no. Al contrario, ahora se dispara el comandante de la fuerzas de EEUU en Irak, el teniente general Ricardo Sánchez, anunciando como esos típicos sheriff del Oese norteamericano que sus cow boys permanecerán «un par de años más» hasta que los iraquíes puedan garantizar su seguridad y estabilidad.

Pero resulta que estas tropas interventoras tienen una forma muy anglosajona de interpretar la protección y seguridad de un pueblo allende a sus mares y unos métodos muy singulares de «salvar vidas» -igualito que aquí, cuando en 1965 usaron el mismo argumento para introducir ilegalmente 42 mil marines-; porque hasta ahora la comunidad internacional observa horrorizada e indignada cómo la intervención militar a Irak ha dejado como resultado un genocidio de su población civil, con más de 15 mil iraquíes muertos, la destrucción por bombas lanzadas desde barcos, aviones y helicóptero artillados, de sus ciudades y monumentos históricos, donde no se han salvados ni los propios aliados iraquíes, ya que constantemente leemos en los cables internacionales de noticias como las tropas norteamericanas aniquilan en «fuegos amigos» -/valle amigo/- a los propios policías locales.

La captura de Saddam Hussein servirá para restaurar la popularidad del presidente estadounidense George W. Bush, que iba vertiginosamente hacia el precipicio después de la intervención militar; de su acólico inglés Tony Blair, quien estaba a punto de limpiar el escritorio por la presión del pueblo inglés y de la Cámara de los Comunes, por haber mentido en sus informes de inteligencia; del mediatinta español José María Aznar, quien como buen celestino en la mejor tradición del teatro del medioevo español, prestó las tropas hispanas, y hasta logró reclutar con oferta de regalitos e inversiones ibéricas en estos paísitos centroamericanos y del Caribe, tropas del Salvador, Hondura, Nicaragua y de República Dominicana.

Pero no logrará doblegar la resistencia del pueblo iraquí, quien ha sido capaz de llevar su lucha de liberación hasta el mismo edificio del centro de mando militar interventor y recientemente tuvieron la osadía militar de tenderle una embocada al administrador civil de EEUU en Irak, Paul Bremer, y a su personal.

La desaparición del escenario de Saddam Hussein beneficia a la lucha del pueblo iraquí, porque desaparece de plano el argumento estadounidense de que la resistencia militar «son residuos» del partido Baas y de militares leales al dictador derrocado.

Hasta el mismo Kofi Annan, secretario general de la ONU, ante las inasistentes preguntas sobre el impacto que tendrá la detención de Hussein, dijo que «la mayoría de la gente se daba cuenta de que Saddam estaba fuera de fuego, que no iba a regresar». Para aseverar contundentemente que será el fin de la ocupación lo que lleve a un descenso de la violencia en Irak y lo que dejará «sin incentivo» a los que actualmente luchan en la resistencia.

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