¡Ni un paso atrás!

¡Ni un paso atrás!

Luis Scheker Ortiz

¡Ni un paso atrás!. El grito era unánime. Se oía por las calles y en cada rincón de la ciudad desde que estalló la revolución de Abril de 1965. Desde sus inicios los coroneles Miguel Hernando Ramírez y Francisco Alberto Caamaño Deñó, siguiendo las pautas del coronel Rafael Fernández Domínguez, decidieron derrocar al Triunvirato de Donald Reid Cabral y sus cohortes y reponer al profesor Juan Bosch como presidente electo de la República, siendo frustrado su objetivo por la alevosa intervención militar Norteamericana y los enemigos de la paz, la democracia y la soberanía del pueblo dominicano.

Derrocado el Triunvirato y luego de ganada la batalla del puente Duarte, donde el coronel Caamaño y oficiales y militares constitucionalistas vencieron las tropas del ejército del general Elías Wessin Wessin, Jefe de la base militar de San Isidro, se reunieron en el Palacio Nacional ambos bandos y sus dirigentes políticos en búsqueda de una solución que evitara una segunda guerra de impredecibles consecuencias, habiendo el Congreso elegido al Dr. Rafael Molina Ureña, presidente del Senado, presidente provisional de la República, el coronel Pedro Bartolomé Benoit, presidente de la Junta Militar de San Isidro, propuso conformar una Junta Militar y llamar al pueblo a “elecciones diáfanas”, (como si las del presidente Bosch no lo fueran) siendo rechazada por el coronel Hernando Ramírez señalando que la única alternativa viable es el retorno del presidente Bosch y la Constitución del 1963.

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Inesperadamente, aviones de la base de San Isidro bombardearon el Palacio poniendo punto final al encuentro, replegándose ambos bandos, ordenando el general Wessin a su subalterno coronel Bartolomé Benoit pedirle al presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson el envío de tropas militares que desembarcando en el puerto de Haina el día 28 de abril con un contingente de 42,000 soldados diría el coronel Benoit “no para ofender la soberanía, sino para ayudar a salvar vidas y evitar derramamiento de sangre”, a la que se une el general Antonio Imbert Barreras, deshonrando su condecoración de “héroe nacional” por su decidida participación en el ajusticiamiento de Trujillo, y bajo la cobija de un supuesto “Gobierno de Reconstrucción Nacional” iniciar una cruel matanza en el norte de la capital que obliga a los constitucionalistas combatientes a replegarse ocupando la Ciudad Colonial y su entorno poniendo en alto la firmedeterminación de defender la soberanía e independencia de la nación dominicana, mediante un sistema de gobierno democrático, de libertad, igualdad, equidad y justicia, como aspirara el profesor Bosch, el coronel Fernández Domínguez y sus aliados.