Cchichigalpa, Nicaragua.- Al llegar a Managua este viernes 11 de mayo pasado, la primera noticia que oí al salir del aeropuerto, en horas de madrugada, fue de un taxista: las calles estan difíciles! Hay temor, zozobra e incertidumbre en el pueblo de Nicaragua. Ese día vimos la información de que había tranques, como le llaman a los entaponamientos de las principales vías y carreteras del país, auspiciada supuestamente por campesinos.
Sabía que Dios estaba conmigo. Poco después, llegó al hotel en donde me hospedé, una pastora y su hijo me regalaron hasta una hamaca para que la llevara de regreso al país. Es un gesto que demuestra la amabilidad y el corazón noble del nicaraguüense. De ahí me llevaron a la parada de autobús que me conduciría a Chinandega, a unos 160 kilómetros al occidente de Managua, en donde estaba preparada la campaña de evangelización.
Allá me recogieron el pastor Roberto Serrano y el hermano Noé, a quien Dios usó para contactarme. En Managua, me pasó por el lado una camioneta de hombres enmascarados, que llevaban palos y hasta una suerte de equipos. Me cuentan que lo usan para encender el fuego a edificios y casas. ¿Quiénes eran? Dicen que son turbas. Si se le pregunta a la gente del Gobierno, pueden decir que son la gente de la derecha los que patrocinan las protestas, los incendios, los tranques en las calles, las protestas; pero si se les pregunta a los que no están con los sandinistas, acusan al gobierno y a sus seguidores de auspiciar las protestas y el desorden.
Lo cierto es que Nicaragua, en los actuales momentos, está en una encrucijada: entre seguir por el camino del mal, de la violencia, de la culpa del uno al otro; el dilema es: o sigue por el camino de la enemistad y la contienda; o busca la reconciliación y a Jesucristo, el arrepentimiento, el perdón y abandona la brujería, y la maldad. No hay términos medios.
La sociedad está golpeada por la división, el odio y la enemistad. El primer día en Chinandega, usé la mañana para ir a la radio y hablar de que era necesario matar el odio y la enemistad, como hizo Jesucristo (Efesios 2:16), quien quitó el muro de separación en la cruz del calvario; e hizo por la fe en su sangre, de dos pueblos o caminos, uno solo: el de la reconciliación, la paz, el perdón, la salvación y la vida eterna.