“¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre sin haberle antes oído?”, dijo Nicodemo
Hace poco escribí un artículo referente al diálogo entre Jesús y Nicodemo, el cual se produjo en la oscuridad de la noche, según el Evangelio de Juan en la Sagrada Escritura. Nicodemo fue un judío que había quedado fascinado con los milagros de Jesús.
Cuando lo vio, lo primero que le dijo fue: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él».
Fue cuando Jesús le dijo que “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Pero a lo largo de la conversación que ambos sostuvieron, quedó en evidencia, que a pesar de la admiración que las obras de Jesús le producían, no había llegado a entender la necesidad del nuevo nacimiento.
Nicodemo no era un fariseo del montón. Era una persona de reconocida reputación dentro del judaísmo.
Era nada más y nada menos miembro del Sanedrín, la Corte Suprema de los judíos. Jesús dijo de él que era «maestro de Israel» (Juan 3:10).
Los fariseos eran la secta religiosa más numerosa y respetada del judaísmo en aquellos tiempos. Creían que la salvación debían ganarla por medio de las obras, observando rigurosamente la ley. Sin embargo, la realidad es que habían sustituido la Palabra de Dios por sus propias tradiciones.
Se conformaban con un cumplimiento meramente externo. Así que, aunque la palabra «fariseo» significaba «puro» o «separado», esta pureza solo era externa, por lo que en muchas ocasiones Jesús los acusó de hipocresía, exhibicionismo y de tener una actitud de santurrona superioridad sobre el resto de las personas.
Es decir, que si había alguien entre los judíos del que se pudiera esperar que conociera la voluntad de Dios para el hombre, este debería haber sido Nicodemo. Sin embargo, a través de la conversación con Jesús, vemos sus tremendas dificultades para comprender las verdades espirituales que le intentaba enseñar.
Sin embargo, Nicodemo, que aprovechó la oscuridad para verlo, a la luz del día mostró la necesidad que tienen los seres humanos a ser escuchados antes de ser juzgados. Mensaje válido para todos los tiempos. Sobre todo hoy que vivimos en una época en que por cualquier medio se condena o estigmatiza a una persona.
De todas maneras, aquel hombre llamado Nicodemo, que estableció un importante dialogo con Jesús, próximo a su crucifixión, salió en su defensa.
Ocurrió cuando se originó una división o discusión entre la gente a causa de Jesús. Los guardias querían detenerlo, pero titubearon y fueron donde los sacerdotes y los fariseos. Estos los reprendieron y hablaron de malditos y cuantas cosas se podrían decir para acabar con la vida de Jesús.
Fue en ese momento en que Nicodemo exclamó: ¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?
Esas palabras, que por voluntad de Dios fueron puestas en la boca de Nicodemo, deben servir para reflexionar en ésta Semana Santa. “El que pueda entender, que entienda”.