Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, fue uno de los escritores que más enalteció el deporte como tema literario en su valiosa y original producción, que lo catapultó como la máxima figura de la llamada poesía negra o antillana. A mediados de la década de los 50, publicó “La paloma de vuelo popular”, que incluye su magistral elegía “Deportes”, donde reafirma su predilección por las prácticas del músculo y la mente.
Ideológicamente fue un hombre comprometido desde muy temprano con las luchas sociales. En 1937 cuando ya había escrito sus primeros libros ingresó al Partido Comunista de Cuba. Participó en el Congreso por la defensa de la Cultura en plena Guerra Civil española, donde conoció a Federico García Lorca, Pablo Neruda, Rafael Alberti y Octavio Paz, relación que le ayudó a difundir su singular obra. En el 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión Soviética, y a partir del triunfo de la Revolución castrista en 1959, desempeñó importantes cargos, como la presidencia de la Unión de Escritores e integró distintas misiones diplomáticas de relevancia.
En la obra “Guillén el poeta del deporte y la belleza”, el escritor Jorge Navarro, afirma que el nativo de Camaguey (1902-1989) pertenece a un grupo de poetas y escritores cubanos de varias generaciones que encontraron en el deporte y la cultura física elementos esenciales para su discurso creativo. Entre los que señala a José Martí, Julián del Casal, José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Roberto Fernández Retamar; la crítica reconoce que el autor de Motivos del son, Balada de los dos abuelos, Sóngoro Cosongo, y Cantos para Soldados y sones para turistas, incorporó a su obra los ritos y creencias africanos, sin que ello significara un rechazo a la cultura caucásica.
Una de sus creaciones más celebradas es su “Pequeña oda a un boxeador negro”, dedicada al ex campeón mundial Eligio Sardiñas, mejor conocido como Kid Chocolate. También se destaca en la prosa periodística en los años 40 contra el gobierno de Prío Socarrás, al que le dice, valiéndose de la terminología beisbolera: “El porvenir es oscuro/ para el pitcher nacional/ su control es inseguro,/ sus curvas ineficaces/ Mira Carlos lo que haces,/ recién el juego ha empezado, / no hay out, y hay tres en bases/.”
En la citada elegía, La paloma de vuelo popular, relaciona el deporte con el universo de la cultura, inspirándose en el ajedrez, el boxeo y el béisbol. Sobre el primero, dedica versos al mítico ex campeón mundial de ajedrez, su connacional José Raúl Capablanca.
¿Qué sé yo de ajedrez?
Nunca moví un alfil, un peón
Tengo los ojos ciegos
Para el álgebra, los caracteres griegos
y ese tablero filosófico
donde cada figura es
una interrogación.
Así pues Capablanca
No está en su trono, sino que anda,
camina, ejerce su gobierno
en las calles del mundo.
Va en caballo blanco,
Caracoleando sobre puentes y ríos,
Junto a torres y alfiles.
En sus versos sobre el boxeo incluimos
este fragmento:
¿Qué sé yo de boxeo,
yo que confundo el jab con el upper cut?
Y sin embargo, a veces
sube desde mi infancia
y me llega Johnson,
el negro montañoso,
el dandy atlético magnético de betún.
Mas sobre todo, pienso
en Kid Charol, el gran rey sin corona,
y en Chocolate, el gran rey coronado,
y en Black Bill, con sus nervios de goma.
En sus versos sobre el béisbol, deporte que
Guillén practicó
en su niñez, se lo dedica
al legendario lanzador sepia de antaño,
José de la Caridad Méndez.
Pero en lo más hondo de mi sueño
Un sitio puro y verde guardé siempre
Para Méndez, el pitcher- mi otro dueño.
No me miréis con esos ojos.
¿Me permitís que ponga,
junto al metal del héroe
y la palma del mártir,
me permitís que ponga
Estos nombres sin pólvora y sin sangre?