Niñeras virtuales

Niñeras virtuales

Muchos padres descubren entre la fascinación y el horror que sus vástagos navegan por Internet con más soltura de la que ellos mostraran nunca. Saber moverse por la Red es la llave que permitirá a los más pequeños acceder a la mayor herramienta para transmitir conocimiento que ha creado el ser humano.

Pero también les abrirá las puertas de algo más tenebroso: violencia, racismo, xenofobia de toda clase. Incluso de elementos que, aunque no sean intrínsecamente malos, no son adecuados para su edad.

Pero, en un mundo como Internet donde no existen fronteras de espacio ni de tiempo, ¿cómo pueden los padres controlar qué páginas visitan sus hijos? Hay aplicaciones que aseguran ser capaces de discernir entre las páginas adecuadas para los niños y las que no lo son. Es lo que se conoce como ciberniñeras.  

PROBLEMAS CON EL CONTEXTO

Por mucho que presuman de megahercios y gigabytes, los ordenadores son todavía incapaces de comprender una frase o, más aún, de ver qué muestra una fotografía. Es cierto que son capaces de hacer complejos cálculos a velocidades endiabladas, pero algo tan intrínsecamente humano como es “entender” se escapa de su lógica. Por eso, deben recurrir a remedos tecnológicos para paliar este déficit. La mayoría de las veces se limitan a recorrer cada página para comprobar si contiene alguna de las palabras del índice que previamente los padres han delimitado.

Sería extremadamente difícil para un programa de esta naturaleza restringir el acceso a una página que sólo muestre fotografías de actos violentos. Sin embargo, en demasiadas ocasiones impedirá el acceso a páginas que incluyan las palabras lesbiana o sexo a pesar de que estos documentos se limiten a enunciar los derechos de los homosexuales, en el primer caso, y las medidas para evitar un embarazo no deseado en el segundo. Esta incapacidad intrínseca de comprender el contexto lastra a estos programas y los convierte, en el mejor de los casos, en una ayuda en la tutela que los padres quieren ejercer sobre el menor, nunca en un sustituto.

NO SÓLO LA WEB

Sin embargo, estos programas en su más de un lustro de existencia han avanzado mucho. Hoy en día es habitual que no se circunscriban a censurar con mayor o menor acierto la navegación, sino que también controlen los mensajes de correo electrónico, los foros de discusión y los chats. Así, se evita que los pequeños se pongan en peligro al dar a desconocidos sus datos personales.

De cualquier manera, el progenitor deberá decidir entre la censura negativa o la positiva. En el primer caso, el niño podrá recorrer toda la inmensidad de la web y el programa tratará de discernir si cada página es o no adecuada. En el segundo, sólo podrá visitar una serie concreta de páginas previamente aprobadas por un grupo de expertos. El segundo caso es mucho más seguro, ya que no hay ninguna posibilidad de que acceda a una web inapropiada, pero limitará las posibilidades de exploración del menor y eliminará la característica más sobresaliente de Internet: su diversidad de contenidos.

LA ÚLTIMA OPCIÓN

No hay que olvidar que los padres cuentan siempre con una última vía: saber por dónde han merodeado sus hijos. La mayoría de los programas navegadores (no sólo los específicos para el control de contenidos), guardan un archivo histórico con los sitios web visitados. De esta manera, los ordenadores aprovechan mejor las normalmente raquíticas conexiones a la Red y pueden acceder con más diligencia a esas mismas páginas cuando el internauta repita la visita. De ahí se podrá conocer si los menores hacen de Internet el uso para el que fue instalado en el hogar. Es cierto que, con un mínimo de pericia, cualquier niño aprenderá a borrar este registro, pero la misma existencia de un registro vacío señalará de manera inequívoca un intento de ocultación de pruebas.

En definitiva, por muchas maravillas técnicas que publiciten estas aplicaciones, el control paterno efectivo de qué ven los hijos seguirá siendo fundamental durante mucho tiempo. Y es que, como decía el sitio web de noticias Baquía: “La tecnología no es ni el problema, ni la solución”. Fuente. Consumer. es

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