Ninguno, mejor opción que algunos

Ninguno, mejor opción que algunos

En su artículo “Algunos son mejores que ninguno” del 30-3-2010, el señor Tomás Gómez Bueno, con un trabalenguas, pretende descalificar la posición de  los que quisimos tener la opción de votar por Ninguno. Este dice que “Si la democracia vive aún es porque quedan algunos que pueden hacerlo bien” para más adelante argumentar que “Votar por Ninguno es admitir que el sistema democrático colapsó y que no hay posibilidad de recuperarlo”.

¿Y tenemos nosotros un sistema democrático funcional y quedan algunos que están haciéndolo bien, me pregunto yo? Repasemos hechos relevantes acaecidos en el último año, comenzando por la reforma constitucional, cuya aprobación fue un atropello a la esencia de la democracia; empezó por retorcer el proyecto de los juristas comisionados para tal fin y terminó en un acuerdo de aposento entre los dos partidos que tienen secuestrado el Congreso, para a seguidas revelarse el irrespeto que los señores políticos tienen para todo lo que sea democracia porque hasta el compromiso contraído de aprobar la Ley de Partidos fue irrespetado, lo que ha sido la base del espectáculo más degradante del transfuguismo político que hemos presenciado.

No sería “desalentador” para un candidato que motivado por las más nobles “intenciones” decide participar y sea derrotado por Ninguno, no, todo lo contrario: Ninguno sería el valladar que contendría todas esas “nobles intenciones” que se traducen en canonjías, barrilitos, tráfico de influencias, narcotráfico, etc., que son las que justifican las millonarias inversiones que hacen para posiciones que en un periodo completo no perciben a través de su salario lo “invertido”.  Sería un nuevo mecanismo de los ciudadanos, a quienes se debe la democracia, para hacer valer sus intenciones primarias de delegación de su mandato.

A vuelo de pájaro no encuentro esos “algunos que me representan”, porque enséñeme tan solo uno que se haya negado a usar, y no los utilice, los fondos extraordinarios que le asigna el manejo doloso de los recursos del Estado a través de mecanismos tales como el barrilito, las exoneraciones, el tráfico de influencias, etc. Lamentablemente la oposición solo es tal cuando no se satisfacen sus intereses particulares.

A veces nos encandilamos con los fuegos artificiales y cuando se presenta un documento muy bien elaborado con el nombre “Rendición de Cuentas” lo santificamos y le damos condición de arcángel a quienes osan hacerlo, porque la práctica es lo contrario.

En una sociedad en donde el ciudadano ha perdido representación y poder, y que es engañado continuamente al tomarse decisiones que solo lo perjudican (no me quiero referir al Metro, al contrato de la Barrick, al sistema eléctrico nacional, al subterfugio “revisar la tarifa eléctrica” en el acuerdo con el FMI, como ejemplos), la opción Ninguno hubiese sido ese restablecer  el poder ciudadano para obligar; sí, eso mismo, obligar a los políticos a ajustarse a su propia ley, para que ejerzan sus funciones con cierto decoro. No pretendo que sean santos barones o ángeles caídos del cielo, pero el nivel donde han llegado es inaceptable, razón por la cual preferiría Ninguno o lo que haré, no votar, porque prefiero ese Ninguno “como creación típica del ingenio político dominicano” o no votar como respuesta responsable, a que la inercia nos lleve a situaciones como la que viven países hermanos, donde la irresponsabilidad de los políticos impusieron soluciones tipo Chávez, a la que muchos temen y nadie desea.

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