¡Niní: Puertas abiertas en el Teatro Nacional!

¡Niní: Puertas abiertas en el Teatro Nacional!

“¡Cuidado, Herminio! Esa ametcita de la Kennedy con Tiradentes no sabe lo que tiene entre manos y detiene el tránsito dependiendo de su ánimo! –exclama Píndaro-… Nos va a hacer perder el tiempo y llegaremos tarde a nuestra cita con Niní”.
Mientras están a la espera de que les den paso, un vehículo se detiene al lado de ellos y su conductor les saluda efusivamente… “Hace dos semanas vi que iban a encontrarse con Niní Cáffaro y quiero aprovechar para que le digan que todavía las acomodadoras siguen abriendo las puertas a gente que llega tarde a los conciertos, molestando a los que se han tomado el tiempo de respetar la hora de inicio de los espectáculos! –dice-… “No se preocupe… Se lo diremos” –le gritan de ventana a ventana, mientras siguen rápidamente hacia el teatro.
Ya casi llegando, mientras se estacionan en un flamante parqueo, una llamada les llega vía celular… Es Herminio, que no va manejando, quien responde… “Me enteré de que los dos van a saludar a Niní… Díganle, de mi parte, la maravillosa impresión que me dejó ver que al terminar un concierto, una señora que salía justo delante de mi trató de abrir la puerta lateral del lobby para ir a su carro y, mientras trataba de abrirla y esta tenía llave, Niní alcanzó a verla y se apresuró a sacar de su bolsillo un llavero, introdujo una de ellas, le abrió y sostuvo la puerta invitándola a pasar con una sonrisa a flor de labios.”
Ya en la segunda panta del teatro, ambos corren hacia la oficina de la Dirección Artística y se detienen… Algo raro pasa… Ven frente a ellos una puerta abierta de par en par… “¡Cosa rara en nuestro país!” –exclama Píndaro, mientras mira a Herminio… Ambos van despacio asomando sus cabezas hasta mirar a Niní con su característica sonrisa… “Pasen… pasen…” –les dice-.
“¿Cómo caíste en este puesto?” –le cuestiona Píndaro-. “Yo nunca me dedique al arte –exclama-, tu trabajaste conmigo, Herminio… Trabamos juntos en E. León Jimenes… tú sabes que mi vida estaba dedicada a mi profesión en el Grupo León Jimenes porque yo hice un paralelismo con el arte… Por eso yo no soy un artista conocido internacionalmente… Verdaguer me propuso llevarme a México y ahí surgió mi primera rotura con el canto… Preferí seguir mis estudios y lo dije públicamente… “El arte -me lo dijo mi tía- es un ente pasajero que puede estar presente mientras la gente te aplaude. Sin embargo, tus conocimientos son para toda la vida… Y,¡eso hice!”
“¡Pero eso fue una decisión muy fuerte! –exclama Píndaro-… “Yo tenía la bendición de Dios para una garganta privilegiada, por decirlo así. Y dije, bueno, no me dedico al arte pero sigo con mi carrera; así gradué de Administrador de empresas, en el UASD, en el 1967… Y, fíjate… en el 68 fue mi gran éxito con ‘Por Amor’… ¡Ya yo no sabía qué hacer con mi vida!… Me exigían tanto en el país como fuera del país… ¿Qué hago con mi vida? –me dije-… Para ese entonces yo era Administrador General del Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria, Malariología… Sin embargo, preferí mantener la posición -aunque no ganaba nada-, y seguir también con el arte.
“¿Cómo llego aquí? -les dice a Píndaro y a Herminio-… “Sencillo… Después de 25 años en E. León Jimenes, y ya con 65 años, me salió en una computadora que ya pasaba a ser jubilado, la suerte es que me prepararon para esa transición y me ofrecieron facilidades.
“Y qué hacías para entretenerte, luego de jubilarte?” –cuestión a Herminio-… “Todas las mañana iba a Jugar tenis al club Naco y un buen día hubo una llamada… Me llamaron para decirme ‘queremos juntarnos contigo’. Fui a ese desayuno… ¡Ahí salió! –exclama-“¡Han pasado ya 9 años!”
“Y ¿Cuál ha sido tu principal reto en el Teatro? –cuestiona Herminio-… Entonces Píndaro mete la cuchareta y exclama: “Nuestros lectores nos tendrán que esperar hasta dentro de quince días para descubrir con Niní qué retos ha tenido que superar para llegar al éxito… ¡Nos vemos luego!’

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