Niños de Elías Piña reciben docencia bajo árboles

Niños de Elías Piña reciben docencia bajo árboles

POR MARIEN A. CAPITAN
COMENDADOR, Elías Piña.-
  Los árboles de Nin y un grupo de pollos y gallinas acompañan cada día a los estudiantes del tercer grado de básica de la “Escuela Juan Pablo Duarte”, quienes tienen que tomar clases en el patio porque no hay espacio para ellos dentro del plantel.

Amén de las distracciones que puedan tener, sin embargo, estar al aire libre es una verdadera suerte para los estudiantes: están en un ambiente mucho más “confortables” que los que reciben clases dentro  del inmueble.

Sobre la tierra, con una mata de aguacates que “divide” el “aula” en dos, estos menores tienen la ventilación y la luz que les ha sido hurtada a los alumnos que tuvieron que ser ubicados en lo que una vez fue el sótano del edificio.

Donde otrora se guardaban el trigo y el maíz, ahora hay cuatro cursos. Entrar a cualquiera de ellos es asfixiante: la falta de aire y la oscuridad obligan al visitante a marcharse raudo. Sólo cuando hay luz eléctrica, comentó una de las maestras, se soporta estar ahí.

Al hablar de estos espacios, que son cualquier cosa menos ideales, la subdirectora del plantel, María Nidia Puello, explicó que han tenido que improvisarlos  a causa del crecimiento de la matrícula, que está en 1,180 estudiantes.

Divididos en dos tandas, muchos de estos muchachos proceden desde las lomas y los campos de Elías Piña, donde la miseria y la falta de oportunidades empujan a la gente a emigrar hacia lo que ellos llaman “población”: la zona urbana de Comendador.

Incapaz de rechazar a ningún estudiante, Puello manifestó que esta es la escuela más importante de la provincia y que originalmente constaba de seis aulas. Con el aumento de la demanda, agregó, han llegado a dieciséis.

“Aquí lo que tenemos son seis aulas, los demás son sitios que usamos como aulas. Por ejemplo, el salón de actos lo dividimos en tres cursos. En lo que era el comedor funcionan dos aulas juntas y en el sótano hay cuatro más”, detalla Puello.

Cada una de estas “aulas” improvisadas tiene su problema particular. Las que están en el salón de actos, para empezar, están divididas por maltrechas planchas de playwood, lo que provoca que el ruido que se genera allí dificulte la tarea de aprendizaje. El techo, con unos plafones casi en el suelo, también requieren de atención.

Pero es la lluvia, quizás, la mayor enemiga de esta escuela: los techos de zinc, como si se tratasen de un colador, permiten que el agua pase a través de ellos. ¿Resultado?  “Cuando llueve afuera, el agua cuela para adentro de las aulas”, se quejó la subdirectora.

Añadió que las paredes están muy deterioradas y agrietadas e indicó que otro problema importante es que no tienen instalaciones sanitarias.

 Las dos letrinas que usan los estudiantes despiden, a causa de la falta de agua corriente, una horrible pestilencia.

Así, en medio de aulas que no son aulas, más de 1000 estudiantes intentan aprender lo que sus maestros se afanan en enseñarles cada día.

 De lograrlo, en medio de tanta precariedad, habrán ganado una gran batalla.

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