Niños haitianos dependen de ayudas voluntarias

Niños haitianos dependen de ayudas voluntarias

Puerto Príncipe (EFE).- La suerte de los miles de niños abandonados en las calles de Haití depende de la ayuda voluntaria de personas como Madame Paul Saint, a la espera de que el Gobierno del presidente René Preval afronte el problema, uno de los más acuciantes del país.

Saint, una oronda y afable mujer haitiana que ronda la cincuentena, decidió hace algunos años ayudar, en la medida de sus posibilidades, a niños y jóvenes desheredados y abandonados.

“En 1998 comencé a recoger niños cuyas familias no podían atenderles por falta de medios y llegué a tener en el orfanato hasta 157 niños de los que nadie se ocupaba. Actualmente tengo a mi cargo 47 niños”, dijo a EFE.

   En una pequeña vivienda de las afueras de Quadibuque -en el departamento oeste del país caribeño-, de cuya puerta cuelga un viejo cartel en el que puede leerse “Orphelinat”, Madame Saint, auxiliada por un escaso grupo de vecinas, se encarga de alimentar, vestir y enviar a la escuela a los niños a su cargo.

   “La mayoría de ellos provienen de familias que no pueden ocuparse de ellos. Cuando los padres pierden el trabajo o no pueden obtener uno me traen a los niños porque saben que aquí no se morirán de hambre y podrán acudir a la escuela”, explicó Saint.

   En Haití, el 80 por ciento de los centros educativos son privados, según el Ministerio de Educación.

   Para una familia haitiana, enviar a sus hijos a la escuela supone un coste medio de 204 dólares al año, una cifra que resulta elevadísima para la economía familiar.

   “Lo triste es que muchas familias no se preocupan en absoluto de los niños una vez que los traen aquí. Cada mes trato de contactar con las familias que me han traído niños para que vengan y sigan viéndolos, pero es inútil. La mayoría no vuelven y los que lo hacen pasan cada dos meses para traer algo de arroz o algún pequeño regalo”, relató.

   Madame Saint no recibe ninguna ayuda de las autoridades gubernamentales u ONG pero sí de la Iglesia Católica y, desde enero de 2005, también de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití (MINUSTAH).

   “Doy las gracias a Dios que escuchó mis plegarias para ayudar a los niños y me trajo la MINUSTAH”, afirma, para añadir que “el embajador de la ONU, el señor Valdés, me ha conocido y desde entonces nos apoyan con arroz, leche, dulces para los niños y también con reparaciones cuando tenemos desperfectos en la casa”.

   Los dos grandes problemas que Saint afronta en la actualidad son conseguir financiación para un recinto más grande y apropiado para los niños y acabar con los robos que sufre.

   “Los ladrones son un gran problema ahora mismo. Hemos sufrido muchos robos de comida y hasta ropa… se trata de gente que piensa que por tener aquí a todos estos pequeños disponemos de dinero… cuando no lo encuentran cogen la comida o lo que sea”, explicó Madame Saint.

   Con más de 250.00 niños abandonados a su suerte solamente en las calles de Puerto Píncipe, según la Organización No Gubernamental Plan Internacional, el problema de la infancia es uno de los más acuciantes que deberá afrontar el gobierno de Preval, que el pasado domingo inicio su mandato.

   Con la mortalidad infantil más elevada de América Latina, según datos del Banco Mundial, y una bajísima escolarización, la infancia en Haití es sinónimo de desesperanza.

   Según datos de UNICEF, de cada 1.000 niños nacidos vivos en Haití 79 mueren antes de cumplir un año debido a causas relacionadas con la pobreza.

   Para Preval, según aseguró durante la campaña que le llevó al Palacio Nacional, la infancia será uno de los objetivos principales de su legislatura (2006-2011).

   La escolarización y asegurar la alimentación de los más pequeños -el 55% de la población haitiana tiene menos de 18 años- son algunos de los retos para el nuevo ejecutivo en un país donde el 30% de los nacimientos no se registra.

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