La violencia que arrasa a la población haitiana engrosa la lista de huérfanos y de niños muertos pero igual degenera en el escape de menores que cruzan solos a este lado, deambulan por las calles de las provincias fronterizas, de otras no tan cercanas a la línea limítrofe e incluso de la capital.
En ese cuadro de espanto aparece Wichen. Tiene nueve años y hace uno que vive en Pedernales. Su historia consigna que eran las 8:00 de la noche del 22 de enero cuando por los montes de Anse-á-Pitre llegó a ese pueblo.
Este es el espacio de la frontera que menos distancia separa a los caseríos de ambas repúblicas.
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“Nos escondimos en las matas, los seis, los guardias miraron pa donde estábamos, pero bajamos la cabeza y chin a chin llegamos”. Lo peor de la odisea no ha sido atravesar la frontera a oscuras ente maleza y con la amenaza de los soldados.
En un fluido español cuenta cómo junto a otro compañero de desgracias ha recurrido a la multiplicidad de oficios para subsistir e incluso a la mendicidad. “El otro día la Policía me agarró y el hombre de allí me dio una galleta”- ¿Y eso?- “porque fui a pedir comida”.
Pasa su mano por la mejilla derecha y señala al vistoso restaurante frente al malecón. Otros chicos pululan por el área y en misma condición.
Cuando lo incierto campea
A 250 kilómetros, en La Yagüita de Los Jardines del Norte, Distrito Nacional, el asombro competía con la risa. El domingo, los moradores de la empobrecida barriada no daban crédito a la historia de Yeiyé.
El muchacho de 10 años asegura que de Wanament (Juana Méndez) saltó a Dajabón, y de ahí llegó a la capital escondido en un camión de mercancía.
Dos pequeños condolidos le compartieron ropa y lo llevaron hasta donde un adulto haitiano que le dejó dormir en su casa. Mas, no sabe qué pasará ahora.
Tres meses antes, a Los Cartones, Santo Domingo Este, cuatro niños, de entre ocho y 12 años, arribaron desde Elías Piña, “de bola en bola” y con la excusa de que venían a estar con sus padres. Nada más falso.
Comunitarios indican que dormían en las calles, luego dejaron el barrio y desconocen su paradero.
Este drama agiganta la turbulencia que afronta Haití, con la incertidumbre que cubre a los chiquillos que emprenden el viaje para huir del horror, del desangramiento, sin saber qué encontrarán en el camino y en el destino final y el dolor de sus padres que los dan por desaparecidos o muertos.