La sobreprotección es una forma de maltrato porque reduce, anula, lo mismo que los golpes e insultos.
Víctimas son inseguras, débiles, aún con propia familia deciden sus padres; sicólogo sugiere casa y escuela aborden y frenen este mal
Niños heridos por sobreprotección y maltrato a la vez. Una dualidad paradójica está conjugada en padres que por un lado sobreprotegen a los hijos y por el otro los maltratan con golpes y correcciones desproporcionadas, humillantes. Una mezcla desequilibrada que fomenta los signos de trastornos de personalidad, sobre todo en adolescentes, y que de acuerdo con los registros aumenta las consultas de salud mental.
En la niñez, etapa idealizadora de los progenitores, es normalizado este comportamiento que crea dependencia, porque los pequeños ven en la sobreprotección una muestra de amor y asumen el maltrato como corrección. Eso, de acuerdo con el sicólogo Sergio Amparo, por la agresividad de la educación en esta cultura y por la baja gestión emocional.
Procreadores que navegan entre la culpa de no poner freno y la de maltratar a sus crías luego de complacerlos cuando no debían. La insania de sus acciones los lleva incluso al autocastigo como golpearse o insultarse, al sentirse malos criadores.
El origen del mal
Amparo insta a buscar soporte, a descubrir las razones de este accionar, porque es probable que esa persona replique un modelo de crianza, que en el afán de huir de un trato dañino, caiga en esa ambivalencia, porque nunca aprendió a ser equilibrada. Consentir de más es un modo de librar a sus hijos del sufrimiento que vivió, pero sabe que está mal y entonces agrede.
El especialista plantea que aunque los que sobreprotegen no tienden a herir, sí hay casos de los que son guiados por la ira, porque les falta asertividad y las estadísticas oficiales arrojan un aumento.
Sugiere abordar con charlas en las escuelas, para que los niños puedan detectar esta anomalía en la casa y plantearla en los planteles y combinar con talleres comunitarios. Esto ayudará a identificar y a evitar que los menores la repitan de adultos.
Papel erróneo
Amparo atribuye este fenómeno a la interpretación equivocada del papel de los padres, que malentienden su función y asumen que deben facilitar lo más mínimo a los hijos, arreglarles por entero el mundo y cuando la prole no sigue el esquema “perfecto”, entonces viene el maltrato, el hacerle sentir fracasado.
Así, expone, por un lado está el miedo a que algo les afecte, un deseo superior de protegerles, de evitarles males, y por el otro una necesidad enfermiza, inconsciente, por controlar. Sería, igual, un modo de afirmar su valía y realización personal en la medida en la que hacen cosas por otros, más por sus hijos.
“Otra razón inconsciente es que cree al vástago incapaz de hacer cosas por sí mismo, desconfía de sus capacidades o quiere realizar por medio de este los deseos y aspiraciones personales de alguna forma castrados”, plantea.
En el caso de que no haya maltrato ni físico ni sicológico ni verbal, Amparo alerta que la inhibición que vive un niño sobreprotegido es una intromisión tan profunda en su vida, que puede ser catalogada como un tipo de violencia.
¿Algo común?: Asunto cultural y muy dañino
Esta actitud es normalizada por los elementos mismos que proporciona el entorno y la asunción de buen portarse, buen trato y viceversa, pero son en extremos enfermizos, porque esos padres, al ser consentidores, luego sienten culpa y maltratan y los niños no siempre tienen elementos para detectar esa insania, pero al arribar a la adolescencia empiezan a ver los defectos de sus progenitores e incluso a marcar distancia.
El sicólogo Sergio Amparo define esencial ayuda para analizar y eliminar esa conducta y sus causas más profundas.
¿Cómo afecta?
Las víctimas son dependientes, presa del miedo, sin iniciativa ni creatividad, incapaces de fijar posturas, arrastrados por la corriente, pueden cambiar de idea sin hacer su propio análisis. Tienden a elegir la profesión que les imponen los padres o cambian de forma constante de carrera.