Niños hurgan en la basura desde la madrugada

Niños hurgan en la basura desde la madrugada

POR LLENNIS JIMÉNEZ
Con el estómago vacío, las manos llenas de tierra de rebuscar en el suelo todo el día, decenas de niños se dedican diariamente a recolectar pedazos de víveres en las afueras del Mercado Nuevo, para luego venderlos.

Son vistos como herederos de la pobreza y se revuelcan en la tierra que les da de comer. Se esfuerzan por obtener recursos económicos para el sustento de su familia, que les imponen el trabajo, adquirir útiles escolares y dinero para sus gastos.

Con las sandalias rotas, la ropa sucia y la piel manchada por distintas afecciones, los chiquillos se desplazan al mercado de la avenida Duarte desde diferentes sectores pobres del Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo. Muchos proceden de Los Guarícanos, Los Mina, Sabana Pedida y Villa Mella.

Entran al mercado entre seis y siete de la mañana, dispuestos a morder el polvo, sin más lazo común que la miseria y la desventura de pertenecer a hogares desintegrados. Casi todos dicen tener padres que se fueron de la casa o que se dedican a tomar bebidas alcohólicas y madres solteras, con hijos de varios maridos.

Los menores recolectores de rubros comparten la misma desgracia con los que en su misma edad se dedican a limpiar zapatos, vender agua fría, helados y fundas plásticas.

Escuálidos y con el pelo quemado por el sol, los hermanos Orlando, de 10 años y José Miguel, de 16, acuden todos los días al mercado desde el sector Los Platanitos de Los Guarícanos, en Santo Domingo Norte, con el deseo de llenar las bolsas que cargan en sus hombros. A media mañana de ayer los hermanos solo habían recolectado algunas libras de yautía, batata y yuca que desechan los camioneros.

Sobreviviendo en el submundo que implica el mercado y sus contiguos sectores La Zurza, Duarte y Capotillo, donde la delincuencia es infernal, los menores aprenden a protegerse de la podredumbre.

Su suerte no podía ser peor, porque afirman que cuando no consiguen dinero para comer, llegan a su casa con hambre, ya que los adultos no suelen brindarles comida, ni agua.

Álvaro, conocido en el mercado como «come gato», estudia a la 1:00 de la tarde en una escuela pública de Los Guarícanos. Con voz entrecortada, el menor explica que se levanta a la 5:00 de la mañana para entrar al mercado una hora después. Su hermano José Miguel dice que hacen el sacrificio porque no tienen quién los mantenga.

Sostuvo que tienen padres diferentes y que su madre, con tres hijas más, tiene su esposo en el exterior, pero que no puede enviarle mucho dinero.

Álvaro, en la escuela desde los ocho años, ha repetido dos años y está en segundo de la primaria, por lo que con dificultad escribe su nombre. Al igual que otros que son casi analfabetos, Álvaro tiene aspiraciones. Dice que quiere ser doctor.

MENORES QUE SE MANTIENEN

Sacándose la tierra de las uñas el pequeño habla de que en el mercado se gana el dinero de las mascotas, los RD$40 que paga para recortarse y comprar ropa.

Mientras que su hermano José Miguel cursa el séptimo curso de la primaria, en una escuela nocturna de Los Guarícanos. Ambos dicen que sus padres no les envían dinero, por lo que no tienen calzado en buenas condiciones.

José Miguel, de mente despierta y muy conversador, afirma que cuando consigue RD$100, le entrega RD$80 a la madre. Sin embargo, trata de obtener más para que le quede suficiente.

Sostuvo que debe aportar dinero en la escuela cada vez que se daña la planta de emergencia. «Yo tengo que buscar dinero para comprar mis uniformes y ayudar en mi casa».

Aunque no pagan casa, no tienen un lugar decente. Aspira a hacerse abogado, para defender a las personas y a residir en el sector Naco.

José Miguel aspira a que cuando sea adulto tendrá dos hijos y trabajará todo lo que pueda para que ellos no tengan que irse a la calle. «Yo limpiaba zapatos y lo dejé porque eso no dejaba nada. Tengo seis años trabajando en la calle y voy a mi casa como a las seis de la tarde», agregó.

Ninguno de los dos hermanos recuerda haber ido al médico. José Miguel dijo que en una ocasión tuvo un dolor y al llevarlo a un centro asistencial, no tuvo más remedio que comprar un calmante, porque la receta costaba RD$1,000.

Sus ojos se humedecen al recordar la forma como su madre los maldice cuando se molesta y agrega: «El papá mío vive en el Cibao, vende chinola aquí los domingos y los sábado, le dicen Miguel, pero él nunca quiso mantenerme. Después que tuvo con mi mamá, él dijo ese hijo no es mío, llévatelo a la capital a que pase trabajo, a que el diablo se lo lleve».

En su casa tiene dos sillas plásticas y una televisión pequeña, en la que no puede ver los muñequitos que tanto le gustan.

Manifestó que se ha criado solo estudiando como pueda, con ayuda de algunos profesores. Cuando puede guarda para comprar uno que otro libro obligatorio. Expresa que a veces va a la cocina y no encuentra comida y en ese momento piensa que debe luchar más para salir de la pobreza.

«Venga temprano al mercado para que vea la cantidad de niños que viene a buscar víveres. La mayoría se ponen en la «pilera» -como se le denomina al área de los productos que se venden en pila dentro del Mercado-«, declaró otro menor, que afirmó que en ocasiones, adultos golpean a menores que les sustraen la mercancía.

Hasta del distrito municipal La Victoria vienen menores de edad al mercado. De ese lugar procede Víctor, de 11 años, quien junto a su hermano Noel, ingresan a la zona de los víveres a las 5:30 de la mañana. «Cuando hago RD$100 le doy la mitad a mi mamá».

Los pequeños se quejan de que los comerciantes no los ayudan, ni les permiten trabajar en la distribución de los productos.

Martín de la Rosa, vendedor de víveres, afirma que el problema de los menores los tienen los padres, que los envían al mercado a recoger. Precisó que el ambiente no es el más recomendado para esos niños, que casi siempre abandonan los estudios por ese tipo de trabajo.

Otros comerciantes sostienen que los menores que se dedican a recolectar víveres están amenazados por delincuentes que quieran reclutarlos para atracar o iniciarlos en vicios.

DEFICIENCIA ESTATAL

Pese a que en el país existe un Código de Niños, Niñas y Adolescentes, garante de los derechos del menor, de reciente modificación, las autoridades de Salud Pública, de la Secretaría de Trabajo, ni de instituciones gubernamentales de protección al menor, se han presentado al mercado a inspeccionar el deprimente ambiente donde están los menores desamparados y la marginalidad a que los someten sus padres.

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