Hoy celebramos en el país la fiesta de los Reyes Magos, movida por disposición estatal para este lunes, y cientos de niños de escasos recursos no tienen esperanza de recibir la visita de Melchor, Gaspar o Baltazar, y sus padres tienen que lidiar con la tarea de decirles, quizás por segundo año, que no tienen dinero para comprarles un juguete.
Frankely Lora es uno de esos padres. Con cuatro niños de nueve, seis, cuatro y dos años , tres varones y una hembra, da vuelta en su cabeza cómo es que los dejará satisfechos este día en que ya piden patinetas y carros a radiocontrol y sus recursos no alcanzan para tanto.
“Ellos me vuelven locos cuando ven los carros esos, pero yo les digo papi espera. Ellos piden cosas caras, pero yo les voy a comprar carritos a los más chiquitos. Si fuera por ellos, me vuelven loco con esos carros que corren solos”, comentó Lora, residente en el empobrecido sector La Ciénaga en el Distrito Nacional.
Otros niños como las hermanitas Keisi y Massiel, de 10 y ocho años, están decididos a jugar con el mismo juguete, compartido, que las ha entretenido por los últimos doce meses.
Cual si fuera una persona adulta, Keisi con un lenguaje fluido y mucha determinación, explica que no puede hacerle presión a su madre, que vende ropas en el mercado, para que le compre juguetes a ella o su hermana, y aunque quiere una tablet, se conformaría con otro regalo, si es que aparece, pero nunca, según ella, se molestaría.
“Mi tía me dejó una muñeca el otro año, mi tía me dejó una muñeca y nosotras la compartimos porque a ella (su hermanita Massiel), no le dejaron nada. Yo quiero una tablet, pero mi mamá no tiene dinero y eso cuesta yo no sé cuánto”.
“Nosotros somos hermanas y compartimos las dos cuando nos regalan”, dice muy firme y convincente Keisi, mientras se mece en los columpios del parque la kanquiña de la estación de transferencia del Ayuntamiento del Distrito Nacional en Villas Agrícolas.
Otros niños se granjean sus propios juguetes con su trabajo. Son la otra cara del Día de Reyes.
Es el caso de Kelvin, un niño de 13 años residente en el populoso sector capitalino de Los Guandules, quien ayer en la mañana caminaba la avenida Padre Castellanos (La 17) con una latica de pinturas abollada y una caja de limpiar zapatos, no muy bien surtida, para ganar algo de dinero.
Aunque quiere una bicicleta, sabe que será difícil que se monte en ella esta día de tanta tradición entre los niños. Es el mayor de tres hermanos que viven solos con su madre, a quién ayuda con lo que gana en la humilde labor de lustrar zapatos.
Dice que aun no sabe si alguien le regalará algún juguete, pero eso no lo amilana, en cambio desafía el candente sol y viaja hasta sectores de la parte céntrica del Distrito Nacional, como el Naco, en busca de tener más ganancias.
Tampoco sus hermanos de 12 y 10 años saben si los reyes pasarán por su casa aunque ya pasada la fecha.
Todos estos niños tienen en común que no escriben cartas a Santa Claus, los Reyes Magos o la casi olvidada Vieja Belén para que les regalen juguetes, aunque sí tienen claro con lo que les gustaría divertirse y compartir esta festividad.
En sus barrios, Gualey, Domingo Savio, La Ciénaga, no abundan los juguetes electrónicos, carros a control, juegos de video, etc, lo que sí es cierto es que las muñequitas, juegos de ping-pog, Jacks, aros o hula hula y hasta las pistolitas de agua se disfrutan igual o mayor que en cualquier ensanche exclusivo del país.