Niños palestinos versus el Estado de Israel

Niños palestinos versus el Estado de Israel

POR GRACIELA AZCÁRATE
En 1998, me  invitaron a participar en un encuentro de periodistas culturales iberoamericanos, celebrado en Israel, con motivo d e los cincuenta años de la fundación  del estado judío. Durante quince días nos llevaron por todo el país para conocer la vida de esos cincuenta últimos años. A raíz  de la guerra desatada por Israel en el sur del Líbano, desde el 12 de julio pasado  recordé la visita al museo de Yad Vashem’s

 Acabo de copiar de Internet lo que se describe del museo, dice así: “Remembranza a los héroes y Mártires del Holocausto. Es El Memorial en Jerusalem para los Seis Millones de judíos que perecieron en el Holocausto.

La Tarea de Yad Vashem’s es perpetuar el legado del Holocausto para las futuras generaciones para que el mundo nunca olvide el horror y la crueldad del Holocausto. Sus misiones principales son el conmemorar y documentar los eventos del Holocausto, coleccionar, examinar, y publicar los testimonios del Holocausto; la recolección y memorización de los nombres de las víctimas del Holocausto, e investigar y educar. La colección de Archivos, el más grande y más detallada repositorio de material del Holocausto en el mundo, abarca 58 millones de páginas y documentos y cerca de 100.000 fotografías, junto con miles de filmes y videos testimoniales de los supervivientes del holocausto. Éstos, el público puede tener acceso y leerlos y verlos en apropiadas habitaciones”.

Como hace ocho años, sentada frente a mi ordenador cierro los ojos y  recorro las salas donde se reproduce una calle del gueto de Varsovia, escucho la música interpretada en la sinagoga de Dantzing, y me estremezco al entrar a una sala peculiar. Es un salón a oscuras, y siguiendo unos cordones se recorren unos pasillos mientras se reproduce en la bóveda del techo, como estrellas, las miles de almas de los niños judíos muertos durante el genocidio nazi. Se escuchan los nombres de aquellos millones de criaturas gaseadas, asesinadas, maltratadas. Es una sensación de horror.

Me corre un escalofrío. Me pregunto, ahora que la guerra del estado sionista judío asola el sur del Líbano, en qué rincón de esta Tierra Prometida elevarán un  Yad Vashem’s que conmemore, cante y recite  los miles de nombres de los niños palestinos que han muerto desde la instalación del Estado judío, en 1948.

Porque debido a la larga duración de los conflictos entre palestinos y judíos, son varias las generaciones de niños, que no han conocido la paz, que no han experimentado la seguridad y desconocen una vida de normalidad.

Como consecuencia a esa exposición de por vida a la violencia la infancia palestina sufre importantes alteraciones psicológicas, graves trastornos mentales, enfermedades que los discriminan y marginan aún más, y para las que no existen ni centros de atención ni recursos adecuados.

En los estudios realizados sobre la infancia en Palestina, los expertos concluyeron que los niños, cuando nacen no son considerados seres individuales, sino que ante todo son palestinos que forman parte de una historia, de una causa común y representan las esperanzas y sufrimiento de su pueblo.

Ni la infancia palestina, ni la israelí tienen oportunidad de elegir, deben asumir la situación heredada y ambos son educados para combatir a su enemigo hasta las últimas consecuencias.

No es una guerra tradicional, sino encubierta y sus consecuencias son el debilitamiento de los pilares de la sociedad. O sea el blanco es acabar con la familia, la escuela, la comunidad, la sanidad y la economía.

Trabajos de investigación de UNICEF, y expertos del Centro Israelí para el Tratamiento Postraumático han advertido que la ansiedad, los síndromes postraumáticos, y el miedo ha aumentado de manera alarmante entre la población infantil tanto judía como palestina.

El médico psiquiatra palestino, Eyad El Sharraj director del programa de salud mental de Gaza que hace  tiempo investiga los efectos de las demoliciones de las viviendas en la población  civil y sobre todo en la infancia precisó que los efectos en los niños son traumáticos y devastadores. Relató la historia  de Fátima, una refugiada de ONU que cada noche, pide a sus padres que la dejen salir de la tienda de campaña habilitada por Naciones Unidas y camina hacia su casa para dormir allí. “Entre los  escombros, la pequeña busca su colchón, se acomoda y cuando ha entrado en un sueño profundo vuelve en brazos de su padre a la tienda de campaña”

Según el doctor Sharjah perder a sus padres, ver las casas destruidas, a los familiares sobrevivientes de rodillas ante los soldados israelíes son el peor impacto en los infantes palestinos.

“Los niños de los dos bandos están gravemente afectados y esto tendrá ciertamente consecuencias a largo plazo” advierte la responsable del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Carol Bellamy que da cuenta de unas estadísticas de espanto. Desde el inicio de la segunda Intifada en el 2000 han muerto 660 menores de edad. De los cuales, 560 son palestinos y 104 israelíes.

En la Franja de Gaza, uno de cada tres  niños presenta una alteración psicológica, la mayoría tiene pesadillas, ansiedad, incontinencia nocturna y falta de concentración.

El programa Comunitario de Salud Mental informa que el 83,2 % de los menores palestinos ha presenciado algún conflicto armado y menos del 9 % está convencido de que algún día podrá vivir en paz, el 24 % de estos niños y niñas han pensado en convertirse en terroristas suicidas. Los informes psicológicos de los casos de niños israelíes también son  preocupantes,  y según el Centro Israelí de Tratamiento Postraumático, la mitas de los jóvenes de la ciudad de Jerusalem ha estado expuesto a un ataque suicida,  además de que el 20% de los menores de edad han perdido algún amigo o familiar.

Los menores  que han sido testigos de la acción suicida de ataques terroristas reviven los hechos una y otra vez  hasta el extremo de sufrir de gran tensión y estrés. El miedo y la ansiedad atraviesa la población infantil de palestinos y judíos.

Esto se traduce en un bajo rendimiento escolar en ambos bandos, son reticentes a ir al colegio por miedo de una bomba en el  autobús que los acerca a la escuela o en el caso de los palestinos por temor a los soldados israelíes en los puestos de control.

“El 42,5 % de los niños palestinos ha visto apalear a su padre y otro 85 % han visto invadida su casa por los militares israelíes, por eso juegan a árabes e israelíes y eligen ser “el martir”, porque “quieren morir”, o ser el soldado israelí poderoso a bordo de un tanque.”

El psiquiatra palestino Eyad el Sharjah agrega: “es dramático ver  a los niños palestinos como se identifican con el enemigo porque la figura del padre se desvanece ante la imposibilidad de protegerlos. Las escenas humillantes que ve un niño palestino de su padre obligado a ponerse de rodillas con las manos entrelazadas en la nuca para después ver sus ojos vendados, son  humillantes”.

La reacción  inevitable es de dolor, frustración, debilidad,  rabia y rebelión contra el padre.

“Si mi padre no es capaz de protegerse  ¿cómo podrá protegerme a mi?”

Frases como “quiero ser mártir y morir” son frases dramáticas que repiten los niños palestinos que han perdido la sonrisa  y que sufren malnutrición crónica.

Ellos perciben fácilmente las diferencias de las condiciones de vida de su mísero campo de refugiados de los enclaves judíos de al lado,  con parque de juegos, piscinas, y campos verdes regados cuando ellos carecen del elemental liquido.

El lenguaje de la ocupación judía  envía el mensaje de que la vida no vale la pena de ser vivida y que los niños de los asentamientos son unos afortunados, mientras que los del campo de refugiados no valen nada.

 La niñez palestina sufre “de pena y pobreza” dice el fraile franciscano Marco Malagola, miembro de la Comisión Justicia y Paz .

Son “niños prisioneros” del horror sembrado por la irracionalidad de los mayores.

“Hablo  de los niños que habían “empezado a amar e l pequeño olivo en la puerta de su casa pero que fue arrancado para hacer la carretera reservada para los colonos, hablo de la muñeca que es arrancada  de los brazos de la niña para ser destripada en un puesto  de control militar por si lleva una bomba, hablo de la escuela cerrada y del capricho del toque de queda que les obliga a permanecer en sus casas”.

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