No a la CIDH… y a la incapacidad de aplicar la ley

No a la CIDH… y a la incapacidad de aplicar la ley

Son dos expedientes, y dos caras, de una misma moneda: que desde fuera y por voz de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se formulen reproches injustos al país a partir de una visión incompleta del problema migratorio con Haití; y que a la vez permanezca la incapacidad dominicana de hacer valer límites geográficos.

Hay que darle la razón al Gobierno cuando se esfuerza con ejercicio de facultades por librar a la nación de las pesadas repercusiones para su disponibilidad de recursos -que ni para sus propias causas alcanzan- por el constante ingreso de inmigrantes lanzados hacia acá, incluyendo embarazadas, por la extrema ingobernabilidad en Haití.

No obstante, en el enfoque de los hechos no deben ignorarse los factores locales coadyuvantes para lo que frecuentemente se describe como invasión pacífica, ante la que, además de desgarrarse vestiduras, procede la autocrítica objetiva. El reconocimiento de que se han incumplido obligaciones ante una población vecina bajo fuego e indefensa, de vidas subvaluadas.

Una penetración mayúscula con aspecto de éxodo, como ocurre ahora con el desastre de las bandas, y que ha prosperado por las acciones de mafias que sustentan tráficos humanos visibles en caminos muy transitados. Y también por omisiones de una parte de la maquinaria fronteriza que no sigue fielmente las instrucciones de sus superiores y debería ser relevada, o rinde culto al soborno y a la complicidad.

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